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Placeres | GENTE
Columna
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De Adelaida a Sydney

Después de despedirnos de los organizadores de Tasting Australia, nos desplazamos a Sydney. El motivo principal del viaje era comer en el restaurante de Tetsuya Wakuda, el cocinero japonés con el que habíamos congeniado en Chicago y del que mucha gente nos hablaba maravillas. Además, íbamos a conocer Sydney, ciudad de moda después de la celebración de los Juegos Olímpicos de 2000. Tras aterrizar en el aeropuerto, pudimos comprobar en directo que Sydney es una ciudad moderna y cosmopolita. El taxi nos dejó en el centro, en el hotel Observatory, y allí nos esperaba Tetsuya, que nos llevó a uno de sus restaurantes preferidos de Sydney. Estaba situado en Chinatown y nos sorprendió desde el primer momento, ya que era un local inmenso, con unas doscientas personas sentadas y una decena de peceras con todo tipo de productos de mar: almejas y ostras gigantes, abalones vivos, peces globo, crustáceos y pescados de diferentes clases y tamaños. La verdad es que era un espectáculo. Nos sentamos a la mesa y nos trajeron una fondue de abalones con salsa de jengibre y la ostra más grande de nuestra vida; pesaba, con la concha, más de un kilo y estaba cubierta de un salteado de verduras. También nos dieron cangrejo salteado con especies chinas, unas coquinas con ajo y sésamos gigantes, almejas a la soja, pescados enteros asados a manera de Shanghai, fideos con vieiras y nabo y, para terminar, un pichón que era como una mezcla de pato lacado y pollo al ajillo.

Si tuviésemos que definir este restaurante, podríamos decir que era una marisquería a la japonesa, aunque en algunos momentos parecía un acuario. No nos costó comprender por qué era uno de los restaurantes preferidos de Tetsuya. A continuación nos fuimos al hotel y tomamos una copa en el bar, donde estuvimos hablando de cocina durante un buen rato.

A la mañana siguiente fuimos con Tetsuya a visitar el mercado de pescado de Sydney, que, sin ser el de Tokio, es todo un espectáculo, sobre todo por la cantidad de especies que no conocíamos. Como habíamos hecho en el mercado de Tokio, allí también comimos sushi, pero esta vez ya fue a una hora más prudente, a las doce del mediodía, y no las ocho de la mañana, como en Tokio. Después, Tetsuya nos llevó a visitar el puerto de Sydney.

Por la tarde visitamos el Stablishment, un hotel de 40 habitaciones que tiene uno de los mejores diseños que he visto nunca, y por la noche fuimos a un restaurante tailandés, el Sailors Thai. Yo hacía un año que había estado en Tailandia, pero me sorprendió este restaurante porque hacía una cocina moderna tailandesa, con productos y técnicas de allí, pero con un toque creativo donde el cocinero dejaba clara su propia personalidad. Después de la cena fuimos a ver la bahía, que, con el reflejo de la luna, era de una belleza espectacular.

El día siguiente lo dedicamos a conocer la ciudad. Fuimos al zoo pensando que veríamos muchos canguros, pero sólo vimos seis. La verdad es que no pudimos ver muchos canguros durante el viaje, pero todo el mundo nos decía que teníamos mala suerte, ya que hay muchos en libertad por el campo. Después del zoo fuimos a la ópera, un edificio emblemático donde los haya, con sus tejados como velas, que es sin duda el antecesor del maravilloso Gugghenheim de Bilbao. Después estuvimos comiendo ostras de diferentes variedades, pero optamos por una comida ligera, ya que por la noche teníamos la cena más esperada del viaje: en el restaurante de Tetsuya Wakuda.

(Con la colaboración de Xavier Moret).

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