EL GRITO DE GUERRA DE LA PAQUERA DE JEREZ
Homenaje a Francisca Méndez en el festival internacional de La Unión. Arroja sus cantes a la audiencia con el mismo brío que si fueran bombas de mano
La ley del grito puro y duro. Ése es el cante de Francisca Méndez, La Paquera de Jerez. A sus 68 años no se le nota desde luego en merma de facultades. Tiene incluso una voz juvenil, que lanza a los cuatro vientos con arrojo, como si de un grito de guerra se tratara. No es el grito desaforado la ley del mejor cante posible, pero La Paquera ha forjado sobre él su carrera de cantaora, y gracias a él se ha convertido en leyenda viva de lo jondo.
Es curioso lo que pasa a veces con este arte. La Paquera hace pocos años andaba medio olvidada y la llamaban poquísimo para cantar, y ahora está de nuevo como en los años de mayor esplendor de su carrera, en lo alto del escalafón. Tan alto, que este festival del Cante de las Minas le ha sido dedicado a ella, la organización ha publicado un librito en su honor y se la homenajea generosamente.
La cantaora, que ya de por sí posee una generosa anatomía, está que no cabe en ella de satisfacción.
Pero volvamos a su actuación cerrando las galas del festival, ya en la madrugada de ayer. La Paquera estuvo con su inseparable Parrilla de Jerez, la guitarra que mejor entiende su cante en los últimos tiempos. Claro que esto de la guitarra en el cante de Paquera es siempre relativo, porque ciertamente ese cante está tocado por una anarquía en que la guitarra más capacitada para acompañarla -la de Parrilla, por supuesto, no hay que dudarlo- puede hacer poco más que seguirla con sentido, procurando que no se le escape demasiado del tono previsto. En esta noche de La Unión, todo hay que decirlo, el 'romance' entre cante y toque no fue precisamente idílico, aunque Parrilla tuvo ocasión para dejar testimonio de su toque brillante en falsetas llenas de vigor y jerezanías.
La Paquera cantó una media hora, que es su medida habitual.Soleares, siguiriyas, tangos, fandangos y bulerías. Los dos estilos suyos son los últimos, y en ellos tiene sus mejores timbres artísticos la cantaora. En ellos, y en los otros también, La Paquera se entrega a un ejercicio de poderío a ultranza y efectista. Tiene querencia a abandonar el micrófono y adelantarse hasta el frente del escenario para arrojar al público los tercios del cante como si de bombas de mano se tratara. Bombas que arrebatan a una audiencia en permanente estado de entusiasmo. Y no me pregunten si La Paquera de Jerez canta bien o mal, que ésa es otra historia.
Gran baile de mujer
Mucho baile en esta gala del festival. El baile de mujer, a través de tres cualificadas representantes sevillanas. Isabel Bayón, de 33 años, hace gala de una perfección formal que puede parecernos un tanto distante y mecánica, aunque de pronto asomen rasgos de clase incuestionable como ocurrió con las siguiriyas en el Antiguo Mercado Público de La Unión. Milagros Mengibar, de 50 años, bailó bien, muy bien, con bata de cola tan difícil de llevar siempre. Intentó desentrañar, una vez más, el enigma latente de la petenera, en un baile importante, largo, al que la bailaora aporta intensidad dramática. Manuela Carrasco, de 44 años, por fin, la personificación del poderío en el baile, interpretó, con su habitual temperamento, romance por bulerías y soleares, sabiendo transmitir jondura y emoción.
Una gala extensa y espectacular que cerró este ciclo del Festival del Cante de las Minas, ahora ya inmerso en la competencia de nuevos valores en las distintas especialidades.
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