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Reportaje:CULTURA Y ESPECTÁCULOS

LA PAQUERA DE JEREZ AÑORA LA ÉPOCA DE LOS TABLAOS Y LOS SEÑORITOS

El Festival de las Minas de La Unión rinde esta noche homenaje a la cantaora del barrio de San Miguel. A los 68 años, su voz sigue encendiendo a la afición. Deslumbrada por su reciente viaje a Japón, cree que en el cante hay que respetar más a los mayores

Relámpago y esencia, picos y rompimientos, estrépitos y rocío, pena y emoción, chorros luminosos y jondura verdadera. Como se puede ver, los flamencólogos han sido pródigos en metáforas e hipérboles con la desde luego hiperbólica Paquera de Jerez, una verdadera fuerza de la naturaleza cuyo poderío inimitable vio la luz hace 68 años en el seno de una familia de pescaderos de La Plazuela, el mismo barrio donde nacieron don Antonio Chacón y don Manuel Torre. Hoy, ese reconocimiento se lo da el flamenco entero en La Unión, y Francisca Méndez Garrido está encantada de la vida: 'Es una alegría muy grande. Éste es un festival de mucha categoría. Aquí se sabe de cante. Y todavía no me habían dado un homenaje en condiciones'.

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Dicen por ahí que La Paquera es huraña y ríspida, pero quizá lo que le pasa es que es reservada y que le gusta guardar su intimidad. Ayer daba gusto estar con ella. Había dormido hasta las dos, y un rato después, enfrente de un mero a la plancha ('buenísimo, te lo dice la pescaera'), la cantaora estaba francamente locuaz. 'Empecé a cantar por necesidad, por fatigas. Tenía siete u ocho años, éramos siete u ocho hermanos y era la posguerra. Pasábamos hambre. Y ahora que puedo comer, tengo ¡azúcar!'.

¿Y cómo empezó su carrera? 'Pulpón me sacó por los pueblecitos de Sevilla y luego fui a Madrid, al Corral de la Morería. Con Beni, La Cañeta, Matilde Coral, Porrina... Me pagaban mil pesetas la noche. Más que ahora, porque antes Hacienda no había. Luego hice todas las plazas de toros, fui con Farina a París, estuve en Las Brujas y en Los Canasteros, me compré un piso en Santa María de la Cabeza y me quedé a vivir'.

Le brillan los ojos cuando habla de esa época, el tiempo dorado de los tablaos madrileños: 'Es que ya no quedan señoritos como aquéllos. Yo no sé dónde se han metido. Me acuerdo que Juan March fletó un barco para que fuéramos a cantar a Mallorca. Si se llega a hundir se acaba el flamenco. Iban todos los monstruos. Y Godó, en Barcelona, lo mismo. A mí me descubrió Álvaro Domecq y luego el padre de Caracol me oyó cantar y me dijo que Dios, cuando tira una pelotita, sabe dónde la tira. Tardé mucho en entender lo que quería decir, pero al final lo entendí'.

'Aquel mundo se acabó', dice luego. 'Y aquel aje también. Con El Beni y con El Brillantina yo me tiraba por el suelo. Sólo nosotros sabemos que Chiquito de la Calzada ha cogido cosas de ellos. Entonces aprendíamos escuchando. Yo oía por la radio a La Niña de los Peines, y un respeto, eh. Ahora salen los artistas que... Hay que tener más respeto a los viejos. Yo iba a oír cantar a Caracol al gallinero del Villamarta y cuando salía hacía sus canciones por la calle'.

La Paquera tiene un libro, no una entrevista; esta mujer cantaba sin micrófono en las plazas de toros, ha grabado más de veinte discos; ha bebido, ha comido y ha dormido lo que no está escrito, y aquí está, pletórica de anécdotas, de voz y de espontaneidad. 'Mi médico, el doctor Zurita, dice que tengo los pulmones muy limpios. Yo creo que es porque ya no salgo a ver a nadie, ya nadie me entusiasma. Antes podía estar tres noches de fiesta. Ahora ya no quiero'. A pesar de todo, este año ha ido por fin a Japón. 'Fue extraordinario. Vino a verme el primer ministro, me dio un beso y se echó a llorar. Estoy asustá de cómo comprenden allí el flamenco. El ole no lo dicen en su sitio, pero cómo escuchan. Parece que están aquí a la vera. ¡Y qué bonitos son los yenes!

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