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VISTO / OÍDO
Columna
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El virus de la mentira

Envidio a las personas que viven sin palabras. Quiero decir las que sólo hablan de pensiones y salarios, de guisos y retales, de niños y de tráfico (iba a poner 'amor', pero el amor es palabra rica, incluso rimada). A los que estamos en el material del idioma nos vuelve malhumorados su falsificación. Los Gobiernos viven hoy de las falsificaciones de palabras, y lo hacen muy bien porque las personas que viven sin palabras -o con cebolla, moscas, viento, nómina- las creen. Han llegado a hacer creer que los que están en contra de la ilegalización de partidos políticos en una democracia son, simplemente, cómplices del terrorismo: descienden de una doctrina general, la de que una democracia no ilegaliza partidos, a otro asunto que nos preocupa a todos por igual, y que condenamos todos por igual. El primer trabajo de la genialidad de Aznar fue quedarse con la prensa y, salvo honrosa excepción, desde ella fabrican mundos que no son así.

No fue sólo a una niña de seis años a la que asesinó ETA en Santa Pola; fue también a un hombre de más de 50, del que dependerían seguramente familia, trabajo, proyectos, amores: madurez vital. Desdeñan al hombre: la niña es más del folletín. No es verdad la estadística sobre paro, trabajo y pensiones en España; es un amaño de matemática dialéctica. Venezuela: Chávez representa a los pobres, y trata de un mejor reparto de la riqueza, y la riqueza tiene su fuente, como las informaciones, en Estados Unidos; los motines son como los que mataron a Allende, y aquéllos fueron montados por Kissinger. Describamos, por lo tanto, a un dictador idiota e injusto, para que cuando le venzan o le maten no quede lo que quedó de Allende en el mundo (y ni siquiera eso que quedó ha servido para castigar a los asesinos, ni para apartarlos del poder). Sadam Husein fue descrito como el Hitler de la edad contemporánea: lo dijeron, lo siguen diciendo y le van a matar si le encuentran, porque a Bin Laden no le han encontrado, dicen; pero en cambio matarán a tres o cuatro mil personas entre las cuales hay muchas niñas de seis años y muchos hombres de 50, sin que eso nos dé derecho a llamar terrorista a Bush, que, además, con la ingenuidad característica de Estados Unidos, que tiene inocencia hasta en sus actos de maldad, ordena que sus soldados sean inmunes en los crímenes de guerra; que en su propia ingenuidad no ha existido mientras existía, y por eso tienen afganos presos como viles animales en Guantánamo y no como guerreros.

La mentira viaja como el sida; pero sin contacto sexual: por contacto intelectual. Y aún prefiero vivir bajo Aznar / Bush que bajo Bin Laden o Sadam.

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