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Crisis bursátil y depresión económica

¿Derivará el desplome de la Bolsa estadounidense en una depresión? Se trata de una pregunta crucial, pues el pinchazo de muchas burbujas financieras ha precedido a un hundimiento de la producción y del empleo. En mi opinión, Estados Unidos sólo sufrirá una leve desaceleración. Mi optimismo puede parecer fuera de lugar, a juzgar por las caídas diarias de la Bolsa y por el escaso liderazgo económico del país. De forma temeraria, el presidente Bush dio prioridad al recorte fiscal para los ricos sobre los demás aspectos. Y ahora el presidente Bush y el vicepresidente Cheney son investigados por posibles delitos empresariales acaecidos en el pasado.

Así pues, ¿por qué soy moderadamente optimista? Cuando el precio de las acciones sube como la espuma, la Bolsa contribuye a crear un auge económico generalizado. Los consumidores que poseen acciones se sienten ricos, así que compran más. También piden prestado dinero, de acuerdo con su riqueza bursátil, para adquirir artículos caros.

Hay que anular los temerarios recortes fiscales y las políticas comerciales proteccionistas de Bush; hay que castigar los abusos empresariales

Es más, a las empresas les es fácil solicitar préstamos o aumentar su valor de mercado para realizar inversiones de capital, generando un auge en las inversiones empresariales. Los bancos conceden préstamos con facilidades de pago a las familias y a las empresas que poseen acciones de mucho valor. Los inversores extranjeros inyectan dinero. Cuando se acaba el auge, las tornas se invierten.

Hay dos fuerzas que pueden convertir una desaceleración suave en una depresión o recesión severa: la caída de la Bolsa genera una crisis bancaria, como ha sucedido en Japón, México y, recientemente, en Argentina. Los bancos descubren que no pueden cobrar lo que les deben y que se enfrentan a la bancarrota, así que restringen la concesión de nuevos préstamos. En casos extremos, los clientes retiran sus depósitos bancarios, acrecentando la crisis; los inversores extranjeros también pueden huir. De repente, se produce una crisis en la balanza de pagos y el país no puede pagar su deuda externa.

Mi moderado optimismo se debe a que creo que EE UU evitará tanto la crisis bancaria como la de la balanza de pagos. Es probable que algunos bancos estadounidenses registren grandes pérdidas debido al hundimiento de la Bolsa. Puede que el dólar siga perdiendo valor. Pero es poco probable que ninguno de estos factores desemboque en una crisis grave.

Los bancos estadounidenses siguen siendo fuertes: bien capitalizados, razonablemente bien vigilados y con unos niveles moderados de créditos morosos. Además, EE UU debe dinero a los acreedores extranjeros en dólares, no en otras divisas. Así que el país no 'se quedará sin dólares' tras pagar su deuda externa. El dólar puede perder valor si los inversores huyen, pero no provocará una crisis importante.

No hay que olvidar que EE UU puede recurrir a una política monetaria expansionista para contrarrestar, al menos en parte, cualquier desaceleración que pueda surgir. La Reserva Federal puede recortar los tipos de interés. Estos recortes probablemente no puedan impedir una desaceleración, pero pueden prevenir un hundimiento económico.

El desplome bursátil más célebre de la historia tuvo lugar cuando Wall Street se derrumbó en octubre de 1929 y Estados Unidos y gran parte del mundo se sumieron en la gran depresión. Pero la razón clave de la gran depresión no fue la caída de la Bolsa, sino el hundimiento del sistema bancario estadounidense. Puesto que no existían los seguros de protección de depósitos, los ahorradores se asustaron cuando los bancos se derrumbaron. El pánico generó una mayor caída bancaria. Es más, la Reserva Federal no incrementó el suministro de dinero porque EE UU se atenía al patrón oro.

Mi moderado optimismo no debería ocultar mi tristeza ante la gestión de la economía estadounidense. Hay que anular los temerarios recortes fiscales y las políticas comerciales proteccionistas del Gobierno de Bush. Hay que hacer públicos y castigar los abusos empresariales. Pero la economía estadounidense es productiva, flexible y tremendamente innovadora y, por lo tanto, lo suficientemente fuerte para soportar la irresponsable gestión actual de la economía privada y pública.

Jeffrey D. Sachs es catedrático de Economía de Galen L. Stone y director del Centro para el Desarrollo Internacional de la Universidad de Harvard.

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