Jalabert sigue siendo grande

No hay más Clásica que la que pasa por Jaizkibel, mal que le pese a Mercado y Zaballa. Lo sabía esta pareja en inútil fuga y lo sabían todos, y más que nadie Jalabert, cuya voracidad, fuerza e ilusión siguen intactos incluso en la temporada de su retirada. Así que mientras los señalados encogían a la sombra de Armstrong, el francés lanzó un ataque camino del alto de Jaizkibel, se paró, comprobó que el resto seguía esperando el permiso del tejano para actuar con libertad y volvió a arrancar. Los favoritos, clasicómanos nada acostumbrados a ésta Clásica con joroba (Jaizkibel), se agruparon tras perderle el miedo a Armstrong y luego no fueron capaces de perderse el respeto los unos a los otros.

Por eso, camino de la meta circulaba un improbable grupo de escaladores (Kivilev, Carlos Sastre, Frigo) y tipos para todo (Jalabert, Missaglia y Astarloa), una sorpresa en los pronósticos salvo en lo referido al francés y al vasco. Astarloa, un emigrante en Italia, tenía la historia en su contra -ningún español ha ganado una prueba de la Copa del Mundo desde Induráin, en la Clásica de 1990- y la moral de su segunda plaza en Hamburgo como aval. Jalabert, en cambio, lo tenía todo de cara: la experiencia, las ganas, la fuerza. Se llevó sin despeinarse un sprint desesperado.