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Reportaje:CULTURA Y ESPECTÁCULOS

LECCIÓN FLAMENCA DE CHANO LOBATO EN EL ESCORIAL

El cantaor gaditano, de 75 años, pone en pie a 250 alumnos con una arrolladora exhibición de cantes y embustes.

A las once en punto de la noche, lección de flamenco, surrealismo y humor a cargo del catedrático emérito Juan Ramírez Sarabia, mucho más conocido por Chano Lobato (Cádiz, 1927). Eso es lo que hubo el jueves por la noche en los cursos de verano de El Escorial: un maestro generoso y en pleno dominio de su arte y sus facultades pedagógicas, que enseña durante hora y media los mejores embustes y cantes de Cádiz (o sea, del flamenco) a un grupo de alumnos que, mientras tratan de aguantar las lágrimas de la risa y aprenden a dar palmas y a decir olé en el momento justo, se matriculan definitivamente para la habitualmente árida asignatura flamenca tras haber conocido los diez o doce palos básicos de la materia y las mil y una historias de los más grandes embusteros de la historia (Pericón de Cádiz e Ignacio Ezpeleta, los maestros del maestro).

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Al final, con los deberes hechos y bien subrayados, y después de haber atendido sin desviar ni un minuto la atención del estrado, los 250 alumnos de la Universidad Complutense (turno de noche) despiden al científico Lobato puestos en pie, aplaudiendo a rabiar, quizá preguntándose cómo es posible que hayamos doctorado honoris causa a inquilinos de Alcalá-Meco mientras los genuinos doctores van por la vida sin toga ni birrete.

En fin, cosas que pasan en países insensatos como éste, y quizá por eso Chano abre el cursillo acelerado cantando por tangos festeros y enseguida se pone serio y ataca despacio una soleá que dice: 'Dicen que tú eres la ciencia. Me dicen que eres la ciencia. ¿Y cómo siendo tú la siensia no me has entendido a mí?'.

Ningún rencor, claro, simplemente que el flamenco de Chano es así: un rato largo de estilos de compás (aunque hechos a lo grande y sin aliviarse), y de vez en cuando una pincelada de cante duro, trascendente y dramático.

Primero lo explica: 'Ahora voy a hacer una letrita por siguiriya. La juventud está muy preparada para escuchar, así que hay que hacerla. Pero sólo una, eh, porque la siguiriya tiene lo suyo'. Y luego da la pincelada, pero menuda pincelada: primero el martinete, luego la siguiriya de Jerez, después el cambio y, para remate, la cabal.

Y, entre cante y cante, una anécdota, y otra, y otra. Cada cual, más graciosa que la anterior. Para respirar, y para que el auditorio se relaje y pierda el miedo, son infalibles las clásicas disputas de pesca entre Pericón y Ezpeleta: si uno aferró un róbalo de 82 kilos, el otro sacó un farol fenicio encendido; ¿y qué decir de la mojarra que le trajo a Pericón un reloj de Ceuta en agradecimiento por haberla devuelto al mar cuando era pequeña?

Paso a paso, junto a la guitarra paciente, sobria y atenta de El Mami, que disfruta con el maestro como el primer día y cada vez lo acompaña mejor, Chano desgrana todo su saber, narra el flamenco como un cuento infantil, anima a la gente a dar palmas por tanguillos, se ríe de la gravedad erudita de los flamencólogos explicando el origen del tirititrán ('una borrachera de Ezpeleta'), manda recuerdos a su perrita -'la única que me quiere en esa casa'-, rinde homenaje a Lorca y Sánchez Mejías, mete un tango, una guajira y un cuplé de Antonio Molina por bulerías, y, como dicen sus fandangos de Huelva, se va pero no se va.

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