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El madridismo atasca Manhattan

Enric González

La parroquia madridista es universal. Y cualquier cosa que huela a fútbol auténtico es capaz de colapsar las salidas de Manhattan, como comprobó, con algún asombro, la policía de tráfico. El estadio de los Giants, el club de futbol americano más representativo de Nueva York, está, por razones tortuosas, en el Estado vecino, Nueva Jersey, y anoche, antes del partido entre el Real Madrid y la Roma, el túnel de Lincoln, bajo el Hudson, quedó taponado por miles de automóviles. 'No esperábamos tanta gente, ni que todos se desplazaran a última hora', dijo un agente. Un trayecto que generalmente se completa en 40 minutos suponía ayer dos horas, o más, de embotellamiento.

Con el encuentro ya en marcha, las pasarelas del estadio de Meadowsland seguían engullendo multitudes. Había de todo. Turistas italianos ansiosos de balón; forofos especializados, como Alain Boussoui, un franés originario de Gabon que se pasó el partido aclamando a Zizou; y futboleros eclécticos, como Kofi Ansah, un taxista de Ghana. Lo más abundante, con todo, era la multiforme parroquia hispana del Madrid. Mexicanos, argentinos, brasileños, salvadoreños, gente del Puebla, del Boca o del Flamengo. 'Faltó Raúl', se quejó Román Ramírez, un fontanero mexicano. '¡Un timo!', le respondió Manuel, argentino, ataviado con la camiseta albiceleste. '¡Con entradas a 75 dólares, lo mínimo era ir a la prórroga y a los penaltis! ¡Son unos señoritos!'.

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El encuentro, patrocinado por Naciones Unidas y destinado a recaudar fondos contra el sida, dejó en caja unos 200.000 dólares. Y permitió que los neoyorquinos vieran 'eso que aquí llaman soccer y el resto del mundo llama fútbol', en palabras del secretario general de la ONU, Kofi Annan. El controvertido Henry Kissinger, secretario de Estado con Richard Nixon y arquitecto del golpe de Estado de Augusto Pinochet, ejerció, junto a Annan, de copresidente en el palco. Kissinger contrajo la pasión del fútbol durante su infancia alemana y es seguidor del Bayern de Múnich.

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