Crisis masculina
La mayoría de los manuales de autoayuda que se escriben sobre los hombres los leen sobre todo las mujeres. Por eso tienden a halagar los recelos de éstas, denunciando la crisis de la masculinidad. Y este ensayo divulgativo de un psicólogo irlandés, muy popular por sus colaboraciones mediáticas, no podía hacer menos. De ahí el tono políticamente correcto que en todo momento adopta su texto, que tanto puede irritar al lector masculino de ocasión. Pero no hay que dejarse despistar por las apariencias, pues por debajo de la superficie del discurso profeminista subyace un alegato no diré patriarcalista pero sí desde luego partidario de la defensa más firme de los derechos ¡y los deberes! de los varones para con sus familias.
HOMBRES. LA MASCULINIDAD EN CRISIS
Anthony Clare. Traducción de Irene Cifuentes Taurus. Madrid, 2002 366 páginas. 17,95 euros
La síntesis de su argumento podría ser ésta. Existen tres indicadores que revelan una profunda crisis masculina: son la violencia creciente, la deserción de la paternidad (con auge del divorcio y el abandono del hogar) y el fracaso profesional (que manifiestan indicadores como el incremento del suicidio, el recurso a las adicciones letales y la cada vez más precoz jubilación anticipada). Y la causa es siempre la misma, originada en el ingente ascenso de la participación profesional femenina. Los hombres han dejado de ejercer en exclusiva el control de sus trabajos y sus familias, lo que les ha creado una percepción subjetiva de creciente impotencia, tanto sexual como familiar y social. Y como consecuencia reaccionan a la defensiva con una agresividad a la vez misógina y autodestructiva, aprendiendo a odiar a las mujeres en la medida en que comienzan a temerlas.
¿Qué solución hay? Pese
a su tributo verbal a la ideología feminista, lo cierto es que Clare rechaza sus propuestas de feminización (o emasculación) de la masculinidad. 'No hay necesidad de crear un nuevo hombre a imagen de la mujer. Lo que hace falta es que el antiguo hombre resurja' (página 306). Y en este sentido, Clare dedica la mayor parte de su libro a reconstruir la vieja moral masculina, identificada con el ejercicio de la paternidad. Lo cual no significa el retorno del autoritarismo patriarcal, ni tampoco siquiera del paternalismo condescendiente, sino la reivindicación de la responsabilidad de los padres, cuya más plena participación en las relaciones familiares reclama nuestro autor. Pues frente a la alarma social creada por la creciente ausencia del padre, Clare reivindica su responsable presencia con convincente ardor. Y ello hasta el punto de recurrir a un argumento peligroso y difícil de compartir, como es el de descalificar a la maternidad monoparental por incompleta, disfuncional o fallida. ¿Reflejo, quizá, de su catolicismo irlandés?
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