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Entrevista:MIGUEL POVEDA | Cantaor | NUEVOS TALENTOS

'LLEGA UN MOMENTO EN QUE TE HARTAS DE TANTO 'AY'

Podría contarnos su vida en dos minutos, por favor?

-Pues... Vengo de una familia normal, trabajadora. Somos tres hermanos. Yo, el mayor; Alicia, que tiene 11 meses menos; y Sonia, que tiene 11 meses menos que Alicia y 22 menos que yo. Sonia es bailaora, ahora está en Japón. Y Alicia trabaja con mi madre en la tienda. Un Todo a 100, o sea un Todo a 0,60.

-¿Qué más?

-Mi madre siempre ha estado obsesionada con la educación, con que fuéramos lo más correctos posible, aunque no hemos tenido estudios como para... Mi padre ha sido muy currante, todavía lo es. Un hombre muy sensible y muy cariñoso, que siempre ha estado casi en un segundo plano. Mi madre es la que más se hace notar.

-La que manda.

'Por suerte, la gente ya no ve el flamenco con las connotaciones franquistas que tenía'
'Amantes del arte hay muy pocos. Yo, si veo a uno que tiene arte, no me despego de él'

-No. Él también tiene su parte. Bueno, sí. Ella es más temperamental. La que manda.

-¿Y de dónde son ellos?

-Mi padre, de una pedanía de Lorca, La Paca. Mi madre, de Puertollano, Ciudad Real. Mi abuelo paterno era minero, y dos hermanos de mi madre, también.

-O sea, que lo de ganar el concurso de Las Minas estaba escrito.

-Claro. Estudié la EGB completa y dos años de formación profesional. Auxiliar administrativo. Pero nunca ejercí. Fui aprendiz de tubero en una obra y aprendiz de cerrajero en una fábrica. Un año y nueve meses. Los fines de semana cantaba en las peñas y en los concursos. Luego me fui a la mili, me apunté a La Unión, un poco por casualidad, y ahí salió un mundo nuevo. Al volver de la mili empecé a trabajar en el tablao El Cordobés, de Barcelona, y ahí dije: 'Ni fábrica, ni obra. Mamá, quiero ser artista'. Como Concha Velasco.

-Y cambió Badalona por Barcelona.

-Estaba loco por venirme. Salía muy tarde del tablao, y era un lío irme: no conduzco.

-Qué raro eso del arte, ¿no? Dicen que Paco de Lucía no guarda sus propios discos. ¿Usted oye lo que graba?

-No. Me noto muy diferente de un mes para otro, así que imagínate de un año para otro. A veces cojo cintas viejas, las oigo y recupero letras que ya no hago. Y me gusta oír lo que he hecho hace poco, el último concierto, para saber lo que hice. Lo suficiente para ver por dónde camino. Luego me olvido. Prefiero escuchar a otros, a mí ya me tengo.

-¿El flamenco satura?

-A veces sí. He estado un mes en Japón con Cristina Hoyos. Actuación todos los días, fiesta todas las noches, llega un momento en que te hartas de tanto 'ay' y tanta palma. Y lo menos que te apetece es llegar a casa y oír flamenco. Pero a los dos días se me pasa. Ahora estoy oyendo mucho a Juan Valderrama, vamos a hacerle un disco homenaje y quiero cantar La hija de Juan Simón, tratar de hacerlo a mi forma.

-Esta serie se dedica a los jóvenes o casi que destacan. ¿Usted por qué cree que destaca?

-Uhhh, es muy difícil decirlo. Estoy empezando. Tengo 29 años y 10 de profesión, llevo 15 o 16 cantando. Otros llevan un montón. Es difícil decir qué aportas. Quizá que no me parezco a nadie. Que recuerdo a muchos y a ninguno. Cómo diría. Rancapino abre la boca y es Rancapino, no hay duda. Otros cantan bien, pero se les nota la escuela de fulanito. Yo tengo la escuela de muchos, pero sueno personal. Tampoco estoy descubriendo la penicilina, pero supongo que hay algo fresco y nuevo en mi cante, o por lo menos que se me ve lo que puedo dar en el futuro.

-Cuando empezó decían que cantaba bien, pero que le faltaban muchas noches de juerga.

-Pues ahora lo que me hace falta es descansar un poco de las juergas. Me he pegado unas cuantas. Y eso que es más difícil que antes. Hay pocas, y es difícil que haya arte y buen rollo. A veces hay arte sin buen rollo, uno que está pendiente de eso, otro que ronea, otro que se pica. No es nada relajado. Yo estoy loco por escuchar a buenos artistas en directo, porque el flamenco de cerca es otra cosa.

-En Jerez todavía se puede.

-Es el único sitio, sí, allí no hay envidias, la fiesta es la manera natural de cantar. Aquí está todo muy profesionalizado, todos somos artistas, vivimos de esto y la gente no se relaja. 'Yo soy Fulanito y ya no puedo hacer estas cosas'.

-...Que me las roban.

-Celos es de lo que más hay. Yo tendré millones de defectos, pero ése no lo tengo. Ni artísticos, ni personales. Bueno, celos puedes tener con tu pareja, pero en el arte...

-Pero parece que ya no se escucha con la afición de antes.

-Hay poca gente que le guste disfrutar del arte. Prefieren difrutar de la fama, de cuántos discos venden, de dónde van a cantar este verano... Amantes del arte, como Morente, hay muy pocos. Yo, si veo a uno que tiene arte hablando, no me despego de él.

-O sea que es una esponja.

-Eso es lo que yo destacaría de mí, sí. Lo único. De lo demás, nada. Soy uno más. Pero chupo todo. También miro lo malo. Me fijo mucho en la actitud en el escenario, por ejemplo. Para mí es un momento sagrado, como hacer el amor, el momento en que tienes que sacar lo máximo y disfrutar. No sólo hay que cantar bien, bonito, sino mimar el escenario y al público. La chabacanería sólo se la tolero al que puede permitírsela. Prefiero el artista recto, elegante, profesional. Pero a La Paquera, por ejemplo, se lo perdono todo, hasta que coja la silla y se la ponga por lo alto. Es artista y todo le queda bien. Cantaría igual en el Real que en una peña. Yo no me atrevería.

-¿Miedo?

-A mí no me da miedo ningún escenario. Una vez que subo, me lo paso bomba cantando. Si todo va bien. Si va mal, sufro mucho. Pero en Andalucía eso se mitifica demasiado. 'Cantar en Sevilla...', dicen. Hay que cantar igual en todas partes, en Sevilla o en Helsinki.

-Pero una cosa será cantar y otra trabajar.

-No te creas. A veces sí, estás mal, te duele la cabeza, no tienes ganas de cantar, ves que va salir mal y cantas porque has firmado un contrato. Eso es trabajo. Pero no me suele pasar. Igual con 50 años me pasa, no sé. Ahora lo disfruto todo lo que puedo.

-La intensidad del flamenco, siempre a cuestas con la muerte y el desamor, ¿hace que la vida parezca light?

-Yo vivo esas cosas. Quizá a los viejos mi vida les parezca light. No he pasado hambre, ni les he cantao a los señoritos, pero yo también sufro. Si te deja una persona puedes querer morirte; si un amigo te traiciona o tienes problemas familiares, también. Y yo para eso soy muy sensible. Pero lo del hambre es un tópico. ¿Acaso estaban famélicos Mairena, la Niña de los Peines, Terremoto o Caracol? ¡Estaban robustos!

-¿Y no le faltan letras actuales para cantar?

-Tanto río y tanta canasta y qué bonita está Triana es mentira. Lo que pasa es que somos un poco vagos, yo incluido. Todos valoramos mucho a Camarón. Él cantó por Machado, por Lorca, por Miguel Hernández. Pero ese ejemplo no lo cogemos. Hay un mundo en los poetas españoles y latinoamericanos que deberíamos explorar. Cosas tan desgarradoras como las del romancero.

-Aunque ahora los flamencos hacen incluso la canción del verano.

-La imagen ha ido cambiando. Los artistas, también. Y el público es ya menos prejuicioso. Ya no ven en el flamenco las connotaciones franquistas que tenía antes. Afortunadamente. Ahora sólo se ve como una música. Como una música que te atrapa más fácilmente que el blues o el jazz.

Miguel Poveda, en el bar Jazz Sí de Barcelona.
Miguel Poveda, en el bar Jazz Sí de Barcelona.CONSUELO BAUTISTA

EL TALLER, EL IBI Y UN POETA PARA DESPEGAR

La cita es en pleno centro de Barcelona, en la calle Cendra, a una hora poco flamenca, las 12 de la mañana. Allí está el Taller de Músicas que dirige Lluis Cabrera, centro de mestizaje de jazz, flamenco y rock donde estudian 850 alumnos y que además hace las funciones de mánager y local de ensayo de Miguel Poveda (Badalona, 1973). El cantaor llega puntualísimo, da un beso a Lucía, su 'ángel de la guarda', deposita la mochila en una silla y enseguida demuestra que es un flamenco auténtico: cuenta que viene de pagar el IBI de su casa. 'Nunca lo había pagado. Debía 700.000 pesetas'. Aquel joven guapo, tímido e imberbe que en 1993 ganó la Lámpara Minera del Festival del Cante de Las Minas es hoy un adulto encantador y transparente y un cantaor hecho, largo, que ha enseñado a los más escépticos que se puede cantar con la misma técnica y sentimiento jondo siendo de Badalona que de Utrera. Fue actor con Bigas Luna en el cine y con Calixto Bieito en el teatro, pero lo es el cante. Acaba de triunfar en el Teatro por todo lo alto, y ahora está buscando en los poetas (Cernuda, Gil de Biedma, Valente...) letras 'para despegar del flamenco clásico'.

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