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CLAUDIO MAGRIS ARREMETE CONTRA LA TENDENCIA TOTALITARIA DE BERLUSCONI

El escritor italiano imparte en la UIMP, de Santander, un curso en el que desentraña las claves de la narrativa y la modernidad

Llega con ganas de bañarse en el mar. Y lo hace sin que le importen las nubes grises que amenazan chuzos de punta. Es más, parece que eso es hasta un aliciente para este escritor de cuajo, peso y hondura, amante de desentrañar las contradicciones, los cruces de caminos y las preguntas sin respuesta. Claudio Magris (Trieste, 1939) desgrana estos días en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), de Santander, las dudas y los interrogantes de la literatura y los tiempos que corren en su curso titulado Novela, modernidad y totalidad, que acaba el próximo viernes. Y, de paso, ataca al Gobierno de Berlusconi.

Para hablar tres horas sin apenas interrupción, don Claudio calienta la lengua a base de cafés ardientes. 'Cuanto más caliente, mejor', dice, y así engarza bien a gusto los impactos de Don Quijote, Fausto, el superhombre de Dostoievski -'el que está en continuo cambio, en continua transformación', define Magris- y Buster Keaton en la cultura moderna.

Este intelectual, profesor de literatura alemana y autor de obras fundamentales y de referencia en la cultura europea como Danubio o Microcosmos, se confiesa moderado, pero le llama al pan, pan, y al vino, vino. 'No me gustan esos ultras y esos exaltados que rompían libros en el 68 y que lo quieren todo aquí y ahora. Muchos de ellos son los ultraconservadores que ahora defienden a Berlusconi'.

Berlusconi. No es que sea el político italiano el objeto de su curso, ni nada que le inspire literariamente hablando, pero Magris empieza a preocuparse. 'Es significativo que lo diga yo, porque no soy un radical. Siempre he estado en contra de sus posiciones, pero ahora creo que Italia vive una situación indecente, peligrosa y preocupante, en la que ese totalitarismo soft empieza a hacer efecto y se está convirtiendo en un peligro real', afirma.

Y lo dice desde la óptica de quien cree que la moral, la política y la ética son 'un deber y no un placer'. Un deber en el que él ha estado inmerso como senador electo entre 1994 y 1996, cuando cinco partidos de Trieste le propusieron que se presentase y le crearon un partido en el que él era el único afiliado. 'Creo que fue un caso sin parangón en la historia política. Yo hice aquello porque debía y me produjo un cansancio extremo porque iba contra el principio del placer, pero era necesario', afirma el escritor, a quien se le ve bien de ánimo, sonriente, moreno de andar al aire y elegante con su traje azul.

Los cafés ardientes también le producen cierta inquietud física. Y quizá sean la causa de lo que él dice que va a suponer un giro en su estilo pausado, meditativo y detallista, ése con el que ha forjado Danubio, una extraña mezcla entre género de viajes, ensayo, historia, aventura y poesía que él define como 'novela sumergida'. Pero ha dicho adiós a eso tono para su nueva obra, La exposición. La historia dolorosa, de amor, exceso y locura del pintor Vito Timmel la ha escrito Magris 'como si me viniera del estómago', dice. Aparecerá en enero en España y él la define como un 'relato teatral' y como su obra 'más dolorosa y metafóricamente autobiográfica'. Un libro duro, 'un ejercicio de autoviolencia', define.

¿Y este cambio? 'Danubio y Microcosmos son un esfuerzo por hacer una visión total, pero hay momentos en la vida de uno en que pasa como si te quemaran una pierna, que saltas y esa reacción no es menos sincera ni verdadera que la reflexión profunda'.

Quizá quiere alejarse de la pontificación, y eso que sabe que tiene una deuda profunda con libros suyos como Danubio, que le han colocado en un lugar de privilegio para explicar conflictos como el de Yugoslavia. 'Es verdad, completamente. Creo que se ha convertido en algo importante porque está escrito antes de que pasara -fue publicado en 1986-, porque si lo hubiera escrito en el 89 o en los noventa hubiese explicado simplemente el presente y dos años después no hubiese servido de nada', cuenta.

Aun así, con su predicamento reconocido, Magris reniega y pone en duda la sacralización de los intelectuales. 'No creo que los intelectuales tengamos más lucidez para analizar lo que ocurre que los demás', dice. Y menos los escritores... 'Ha habido grandes escritores que no han entendido nada de política. Escritores totalitarios, completamente ciegos. Miren a Pirandello, a Celine, incapaces de enterarse de qué ocurría a su alrededor'. Magris, de hecho, se coloca firme frente a los nuevos predicadores: 'Los intelectuales no pueden presentarse como unos sacerdotes laicos que administran el conocimiento, eso es una perfidia'.

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