¿Adónde vamos?
Durante un mes aproximadamente he tenido que caminar con una muleta por una dolencia en la pierna derecha. En las radiografías no se veía nada anormal, pero, al parecer, tenía una fisura en el fémur que pasó inadvertida.
El 28 de junio, cruzando una transitadísima calle de Madrid, a las seis de la tarde, se me rompió dicho hueso. El dolor era insoportable y me quedé paralizado, casi no podía respirar. La gente pasaba a mi lado y nadie se detuvo para ver qué me ocurría, incluso los coches pitaban para que me apartara. Pasados unos interminables minutos, pude pedir auxilio y dos ciudadanos marroquíes me sentaron en un banco. Desde allí llamé con mi teléfono móvil a la ambulancia que me trasladó al hospital, donde me operaron con carácter urgente.
He decidido escribir esta carta para que todos reflexionemos, ya que lo que me ocurrió a mí le puede suceder a cualquiera. El desamparo que sentí fue peor que el propio dolor.
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