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Reportaje:

Los desaparecidos españoles

Familiares de republicanos enterrados en fosas comunes recurren a la ONU para que se financie la búsqueda de los cadáveres

Carlos E. Cué

Un centenar de expedientes llegaron ayer a Ginebra, a la sede del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, que dirige Mary Robinson. Contienen la historia de republicanos desaparecidos, fusilados o asesinados durante la Guerra Civil y la represión que siguió, cuyos cuerpos nunca han sido encontrados.

El revuelo provocado por la apertura desde hace un mes de algunas fosas en El Bierzo (León) ha llegado a oídos de cientos de familiares de desaparecidos en toda España. Y algunos de ellos, más de mil, según la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), se han animado a dar el paso de pedir ayuda. La mayoría son ancianos que llevaban más de 60 años esperando este momento. Otros son nietos que quieren recuperar la memoria de sus abuelos. Algunos incluso se han presentado en Ponferrada, sede de la asociación, desde lugares lejanos.

'Su familiar murió a consecuencia del movimiento nacional contra el marxismo'

Toda España está llena de fosas. Especialmente las cunetas de las carreteras. Y por eso la ARMH, desbordada por tantas peticiones por todo el país, ha recurrido a la ONU. En 1992, la ONU emitió una Declaración sobre la protección de todas las personas contra las desapariciones forzadas, y España, como casi todos los países, la firmó. La declaración obliga a todos los Estados a poner los medios para buscar a los desaparecidos o sus cadáveres. Tienen las máximas protecciones porque son delitos que están considerados como un 'crimen de lesa humanidad' y un 'ultraje a la dignidad humana'.

El presidente de la ARMH, Emilio Silva, entregó ayer en Ginebra 65 fichas. Otras llegaron por correo. En total son un centenar, las que bastan para que la ONU intervenga. Antes, la asociación entregó algunas de ellas al Defensor del Pueblo español, ya que la ONU exige que se haya hecho algún tipo de gestión ante las autoridades del país. La mayoría de las personas que buscan a desaparecidos de la Guerra Civil no se habían atrevido nunca a hacer nada. Esperaban el momento adecuado, que ha llegado ahora.

No es éste el caso de Jesús Pueyo, de 81 años. En su pueblo, Uncastillo, en Zaragoza, los nacionales fusilaron a 138 personas, que él tiene perfectamente identificadas. Siete de ellas eran miembros de su familia. Pueyo ha mandado 100 folios a la asociación, entre los que están todas las cartas que ha mandado al Rey -y le ha respondido-, y a los distintos presidentes de Gobierno desde 1977, cuando empezó su lucha.

Otros sólo tienen un certificado del franquismo que determina que su marido, padre o abuelo murió 'a consecuencia del movimiento nacional contra el marxismo', una especie de garantía de que su cuerpo está enterrado en una cuneta. En estos certificados, en el hueco destinado al lugar de la muerte pone 'despoblado'.

Otras personas tienen más localizados a sus familiares. Salvadora Roca, una mujer de Cartagena, sabe que hay al menos 50 personas enterradas en una fosa común dentro del cementerio de Los Remedios. Y como eran marinos, ahora reclama al ministro de Defensa, Federico Trillo-Figueroa, cartagenero también, que le ayude a identificar, honrar y colocar esos cuerpos en un lugar más digno.

Otras personas, que prefieren mantener el anonimato, rellenan la ficha de la ONU con detalles sentimentales que recuerdan la tragedia vivida durante los últimos 60 años. La nieta de un albañil de San Román de Bembibre (León), que fue asesinado mientras trataba de huir a Asturias, recuerda que un falangista de Benllera, el pueblo donde fue muerto, llevó durante años el reloj del abuelo.

Los familiares de un curtidor de Avilés, miembro de la CNT -la mayoría tenían vinculaciones políticas, muchos con el PSOE- sostienen que está enterrado con otros en los jardines de una villa -adjuntan la foto- llamada Quinta del Pedregal, que fue utilizada en la guerra, dicen, como 'centro de información'. Otros dan cuenta de fosas comunes mayores, como una en Nerva (Huelva), donde se cree que hay más de 500 personas.

Hay casos de desaparecidos muy jóvenes, como un niño de un pueblo de Soria, Peñalba de San Esteban, que fue a Madrid a hacer de panadero, le tocó la guerra con 14 años y allí se quedó, aunque su cuerpo nunca fue recuperado.

Otros han enviado documentos de los campos de concentración que hubo durante y tras la guerra. En el campo de Zaldívar, en Casas de Don Pedro (Badajoz), estaba un republicano que enviaba cartas a su mujer y sus hijos con el encabezamiento de 'Arriba España. Viva Franco'. 'Pronto espero abrazaros, Petra e hijos', decía en la última. Ahora sus restos están en una fosa común. Tarde o temprano la ONU, creen en la asociación, obligará al Gobierno español a que los saque. Y a todos los demás.

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