Viajes mitológicos
Me parece indignante que se gasten una millonada en hacer esos anuncios sobre el metro de Madrid en los que presentan unas instalaciones que parecen sacadas de la novela de Aldous Huxley Un mundo feliz en vez de mejorarlo de verdad. Por supuesto, como siempre que algo se anuncia con tanto ahínco y dinero, suele diferir bastante de cómo es en realidad.
A medida que desciendes a las profundidades, la temperatura aumenta unos grados y el aire que se respira es plomizo y denso. Aparte de los grados extra por la profundidad, hay que sumar los que generan los mugrosos ventiladores que proporcionan aire acondicionado a las cabinas de despacho de billetes. Estos artilugios despiden un chorro de aire caliente y nauseabundo que acompaña al viajero en su deambular por escaleras y túneles. El metro de Madrid apesta, y en verano aún más, con el aire acondicionado inexistente para los usuarios y las ventanas de los vagones abiertas al hediondo túnel pretendiendo disimularlo.
El otro día penetró en el vagón una ráfaga de materia sólida mezclada con el aire maloliente del túnel. Esto me hizo pensar que tan imaginativa solución a la carencia de aire acondicionado es peligrosa. Si por cualquier motivo se llegase a desprender un fragmento mayor, de metal o cualquier otro material perteneciente a la estructura irregular del túnel, es posible que penetrase por una de las ventanas y se fuese a alojar en el hueso parietal de cualquier sufrido viajero.
No tengo en mente a nadie en especial, podría ser cualquiera de los que pagamos con resignación las bochornosas e injustificadas subidas de precio en billetes y abonos, mientras leemos o escuchamos que el transporte público en Madrid ha mejorado mucho y es el mejor de Europa.
El mismo que se pregunta a qué Europa se estarán refiriendo aquellos que sólo usan el metro muy de vez en cuando y van subidos en la cabina todos juntos dándose palmadas en la espalda, quizá a esa que viajaba sentada en la incómoda testa de un toro.
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