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Reportaje:

Vivir con el botijo

80.000 personas participan en Argentona en el homenaje anual a la pieza de alfarería preferida por los amantes del agua fresca

Lluís Pellicer

A las dos y media de la tarde, la plaza de la iglesia de Argentona (Maresme) explotaba en aplausos. Tras una hora de espera y después de los intentos de nueve participantes, Joan Xampeny levantaba el botijo de Sant Domènec, de 200 kilos de peso, que, a la espera de lo que hiciera el último concursante, le daba la victoria del certamen de levantamiento de estas piezas de alfarería. Parecía que se iba a producir un empate: Jordi Barnet, su yerno y ganador de la edición anterior, fue levantando, uno a uno, todos los botijos hasta llegar al grande en tan sólo un minuto y medio, pero finalmente tuvo que desistir. 'Estoy muy sorprendido, es la primera vez que participo y no me había entrenado para ello', confesó Xampeny, quien también afirmó que había tomado parte en el torneo motivado por una competición particular con su yerno. El sudor también bajaba por la frente de las cinco mujeres que, bajo un sol abrasador, intentaban llegar al botijo de Santo Domingo. Al final, desatando la euforia de una plaza tan abarrotada que hizo que muchos se subieran a los tejados para contemplar mejor el espectáculo, Margarida Amador levantó el botijo de 130 kilos.

El levantamiento de botijos es el acto central de la Fira del Càntir d'Argentona, que este año ha llegado a su 52ª edición. Los organizadores calculan que a lo largo de los cuatro días de duración de la fiesta se sobrepasará el registro del año anterior de 80.000 personas. 'Hemos llegado al máximo', dijo el director del Museu del Càntir y organizador de la fiesta, Oriol Calvo, 'de forma que ya no aspiramos a reunir a más personas, sino a mejorar la calidad y ampliar la procedencia de los feriantes'.

A Francisco Robles los botijos no le caben en el tenderete. Debe amontonarlos en el suelo y detrás del puesto. Por la tarde se lamentaba de que no había vendido demasiado, y que los gastos del viaje desde Almería y de su estancia en Argentona son cercanos a la recaudación que conseguirá pese a vender el único botijo registrado en España como marca, el denominado índalo. Sin embargo, afirma que no acude a Argentona para vender, sino por 'un gusanillo' que le entró hace medio siglo. 'Ya venía a Argentona cuando no había el mercado y hacía algunos botijos para el concurso de levantamiento', explica Robles.

Una de las participantes en el concurso de levantamiento de botijos de Argentona, ayer.
Una de las participantes en el concurso de levantamiento de botijos de Argentona, ayer.
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Sobre la firma

Lluís Pellicer
Es jefe de sección de Nacional de EL PAÍS. Antes fue jefe de Economía, corresponsal en Bruselas y redactor en Barcelona. Ha cubierto la crisis inmobiliaria de 2008, las reuniones del BCE y las cumbres del FMI. Licenciado en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona, ha cursado el programa de desarrollo directivo de IESE.

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