Mar de pinos y agua dulce
Un paseo por el pinar de la Acebeda permite gozar de este curso solitario, del que bebe el acueducto de Segovia
Ahora que vuelve a hablarse de la pertinaz sequía y que nadie sabe dónde acaba España y dónde empieza Marruecos en este desierto africano salpicado de embalses semivacíos en los que afloran miles de islas Perejiles, regocija ver un río, como el Frío, que baja cantando de la sierra, ajeno a estas miserias de país de No-Do y restricciones veraniegas. Por eso los romanos -que no sabían de derecho internacional pero sí adónde enviaban a sus legionarios- lo eligieron para abastecer a Segovia, y ahí siguen en pie la toma de aguas y el acueducto, 2.000 años después, mientras que a nosotros, tan modernos, se nos seca la boca hablando de la pertinaz sequía.
A calmar nuestra pertinaz sed de paisajes nos acercamos hoy al aparcamiento que hay al final de la carreterilla que bordea el embalse de Puente Alta, paseo éste muy frecuentado por los vecinos del cercano pueblo de Revenga, que lo recorren mirando las aguas represadas del río Frío, también llamado Acebeda e, incluso -según reza, por error o para que haya variedad, un cartel instalado in situ-, Acebedas. Aquí nace una senda que, tras rebasar una majada en ruinas, cruza el río por una pontezuela y lo remonta entre espeso boscaje de pinos silvestres, amén de robles, sauces y zarzas que añaden color y sabor al verde mate uniforme, casi castrense, del pinar.
Menudean las pozas, las cascadas y los verdinales, toda una bendición en esta época
Tras una hora de andar valle arriba, siempre con el río a mano izquierda, topamos con la toma de aguas romana (caput aquae): una presa de bloques unidos mediante grapas y un canal de derivación que, con mínimas reformas, ha estado enviando agua durante dos milenios al famoso acueducto de Segovia. También hallamos los letreros con los que, en la primavera de 2001, se señalizó la llamada senda del Acueducto -12 kilómetros siguiendo el canal de aquí a la capital segoviana-, iniciativa por la que nos felicitamos como si fuese nuestro el hijo, pues hace cuatro años fuimos pioneros al proponer dicha ruta a nuestros lectores.
Cambiando de orilla en la vetusta presa, enseguida pasamos junto a uno de los pétreos mojones que acotaban este bosque adquirido por la corona en tiempos de Carlos III, en el cual se lee: 'Bedado Cabeza de Gatos Santillana', inscripción que, a juzgar por la ortografía, bien pudo redactar un tatarabuelo del que puso lo de río Acebedas en el cartel de ayuso. Y, unos minutos después, salimos a un pista forestal asfaltada que surca de este a oeste el pinar de la Acebeda, el más occidental de los pinares que tapizan los montes de La Granja y el 'más exuberante y frondoso', según la real orden que lo declaró sitio natural de interés nacional en 1930.
Por esta pista cerrada al tráfico nos alejamos del río avanzando cómodamente hacia la derecha para, a la media hora, desviarnos a la izquierda por otra muy trillada de tierra que, en fuerte ascenso, nos conduce sin pérdida, y sin aliento, hasta el collado del Río Peces -dos horas y pico desde el inicio-, máxima altura de la jornada (1.754 metros). Desde este portacho abierto en el estribo norte de la Pinareja -la cabeza de la Mujer Muerta- avistamos el vecino Montón de Trigo, un filo de Siete Picos y poco más, pues los pinos crecen altos en derredor. En el centro se alza uno solo, viejo y corpulento, con algo de palo mayor en medio de este embravecido mar de pinos.
Otras dos horas largas nos lleva regresar, para lo cual cogemos la empinada pista pedregosa que baja rauda por la izquierda del collado hasta el recién nacido río Frío, a cuya vera descendemos inicialmente por la margen izquierda, vadeándolo luego en repetidas ocasiones hasta llegar de nuevo a la pista asfaltada, al azud del acueducto y al embalse de Puente Alta. Además de los pinos y acebos que dan nombre al bosque, menudean las pozas, las cascadas y los verdinales que, en el rigor del estío, son una bendición. En toda la bajada no nos tropezamos con nadie. Señal de que más pertinaz que la sequía es la falta de curiosidad de las muchedumbres.
Cinco horas a la sombra
- Dónde. El embalse de Puente Alta, punto de partida de esta excursión que discurre por los municipios segovianos de Revenga y La Granja, se halla junto al primero de estos dos pueblos, a 82 kilómetros de Madrid. El acceso más rápido es yendo por la carretera de A Coruña (A-6) hasta San Rafael y luego por la N-603 hacia Segovia. Se aparca al final de la carreterilla que bordea el embalse. - Cuándo. Marcha circular de 15 kilómetros y cerca de cinco horas de duración, con un desnivel acumulado de 600 metros -embalse de Puente Alta, 1.172 metros; collado del Río Peces, 1.754- y una dificultad media-baja, muy recomendable para el verano por discurrir casi en su totalidad a la sombra del pinar y a la vera del río. - Quién. El Organismo Autónomo Parques Nacionales ha publicado, dentro de su serie histórica, una edición facsímil de la Guía de los sitios naturales de interés nacional, Sierra de Guadarrama (Madrid, 1931), que es de sumo interés para comprobar lo poco que ha cambiado el pinar de la Acebeda, aquí descrito, desde que recibió protección oficial. - Y qué más. Cartografía recomendada: mapa Sierra de Guadarrama, de La Tienda Verde (teléfono: 91 534 32 57); en su defecto, hojas 18-19 (Segovia) y 18-20 (Cercedilla) del Servicio Geográfico del Ejército.
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