Moscas en Internet
Podíamos haber estado en París, pero estábamos en Sabadell. Una veintena de alumnos de la Escuela de Diseño Industrial seguían con atención creciente las afirmaciones de los ponentes. Se trataba, en tres tardes, de analizar los puntos de encuentro entre las nuevas tecnologías, el arte, el diseño y la sociedad. Casi nada. Podía haber sido un topicazo insoportable, pero fue una explosión de inteligencia y la expresión de que, pese a la perplejidad que envuelve al planeta, el ser humano encuentra recursos para sobrevivir. Una nueva cultura se dibuja, aún recóndita, bajo el ruido mercantil global. Y éstos son sus primeros balbuceos aquí mismo.
Primero hablaron los teóricos sobre la relación entre tecnología y cultura. Y hubo coincidencia: 'La imagen no es neutral, produce un efecto verdad y pone en cuestión la modernidad: el pienso luego existo. La tecnología cambia al hombre', dijo Giulia Colaizzi, profesora de la Universidad de Valencia. ¿Somos producto de la tecnología? ¿Somos producto del mercado? Fernando Sánchez Vacas, catedrático de la Politécnica de Madrid, ampliaría los interrogantes: 'Somos el resultado de una escuela virtual vitalicia'. Raquel Pelta, profesora de la Universidad de Valladolid, abriría aún más el abanico de incógnitas: 'La tecnología desvela problemas filosóficos de primer orden'. ¿Qué es creatividad? ¿Quién crea? ¿Qué es el arte? ¿Cómo combinar funcionalidad y emoción? ¿Cómo hacer que eso llegue a la sociedad?
Entonces hablaron los que ya responden a esos interrogantes, los artistas. Antoni Abad, por ejemplo. Abad ha pasado de exponer en el Reina Sofía, la Bienal de Venecia y el Museo de Arte Contemporáneo de Nueva York a introducir en Internet su Proyecto Z. Y nos presentó a las protagonistas de ese proyecto: 32.000 millones de moscas on line, generadas a partir de Z, la mosca madre. Moscas con código genético, que chatean, que reciben correo, que tienen árboles genealógicos y que configuran mapas con su localización en el planeta y sus interacciones. Moscas que existen realmente en la virtualidad (http//zexe.net) y que el 11 de septiembre de 2001 incrementaron espectacularmente sus contactos. Moscas que podrían invadirlo todo. Una locura medio poética, medio tecnológica, medio terrorífica, medio humorística, que se adentra en el subconsciente de Internet.
Vicens Guallart, arquitecto, expuso el proyecto Media house, la aportación del equipo Metápolis que bendicen la Politécnica y el MIT (Massachussets Institut of Tecnology). 'Se trata de dar sentido a la tecnología', dijo y mostró cómo una casa, con todos sus elementos, puede convertirse en un ordenador king size para estimular una nueva relación con las cosas. No es una utopía, es una realidad: la casa, que se presentó en Barcelona hace unos meses, va a Madrid en noviembre como experimento práctico de otra forma de autoorganización social. 'Intercambios igualitarios', dijo Guallart, ése es el futuro del hombre tecnológico: 'No hay usuarios, sino autores en constante interacción. Es la utopía del hacer'.
¿Demasiado para el cuerpo? Tres grupos de artistas más, Fusilaje (nombre que habla de la realidad: fusión de lenguajes), Colectivo Badalona y La Fiambrera Obrera dieron fe de que 'el hacer' funciona ya. Para resumir, en palabras de uno de ellos, 'se empieza haciendo poesía y se acaba pensando en la ciudad que se necesita'. Que es como decir que el arte, el diseño y la tecnología se encuentran en un punto obvio: facilitar, enriquecer la vida de las personas. Fuera de esto todo lo demás sobra. Lo nuevo es que quizá una revolución urbana toma forma aquí mismo: una unión social, aún embrionaria, que salta fronteras en busca de sensibilidades compartidas. Nace, pues, una nueva red de relaciones, al margen de toda oficialidad política, económica o mediática. Buenas noticias para el verano.
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