Reinas destronadas

De entre los nuevos museos de arte contemporáneo, el rasgo diferencial de Artium es la intensa programación de exposiciones de producción propia o en colaboración con el Centro José Guerrero de Granada y con el Marco de Vigo. Un ejemplo de lo que puede dar de sí esta colaboración es la muestra con la que ha inaugurado Artium, Melodrama.

A través de una serie de obras de 34 artistas de diferentes continentes (Melikian, MacLeod, Pettibon, Jankowski, Moffatt, Fontcuberta, Simpson o Sugimoto), la comisaria de la exposición, Doreet LeVitte Harten, pretende mostrar la idea de 'melodrama' y recuperarla para calificar algunas manifestaciones de la producción artística última.

En cuanto a género, el melodrama se encuentra asociado peyorativamente a la tradición popular de un romanticismo de mal gusto. Es, por tanto, un subgénero degradado del drama heroico, una versión populachera de algunas posiciones que fueron sublimes en la alta cultura, pero que han sido readaptadas para el consumo masivo. Reclamar la categoría 'melodrama' para calificar algunas de las obras (o de los artistas) actuales supone plantear una tesis fuerte y asumir un alto riesgo crítico.

Si esta colección de obras puede ser calificada de melodramática: ¿qué es lo que está pasando hoy con el arte?, ¿supone esto que se han abandonado las tesis conceptualistas y el lenguaje hermético en beneficio del populismo?, ¿sucede con las artes como con la televisión, que aquello que más aceptación tiene es la basura? Infinidad de preguntas de este tipo se sitúan alrededor de la idea de un triunfo de lo melodramático sobre la elegancia del minimalismo y sobre el intelectualismo conceptualista. Estas preguntas pueden conducir a un replanteamiento de las premisas sobre las que se apoyaba tanto la idea decimonónica de melodrama como el camino que sigue el arte más actual.

El melodrama al que se refiere esta exposición reivindica algunos valores estéticos que habían sido relegados por el revisionismo reduccionista de las posvanguardias. Así, a través del conjunto de estas obras se pretende la recuperación de valores como la grandilocuencia, la espectacularidad, la sorpresa, la narratividad, la paradoja o la complejidad, resituando el gusto, la elegancia o el intelectualismo que, desde el urinario de Duchamp, pasando por el arte povera y ciertas manifestaciones sexuales y escatológicas surgidas después del pop art, han colocado al arte contemporáneo en un terreno escurridizo.

La indudable calidad de muchas de las obras aquí expuestas y el inteligente montaje hacen que la chispa sentimental y la perplejidad salten en el espectador ocasional, pero también motiva al experto y al crítico a plantearse preguntas sobre cuál es el papel del arte en el mundo actual. Por eso, algunas de estas obras, formalmente alejadas de intelectualismos y academicismos, son un reflejo de la sociedad, responden al tipo de vida que inevitablemente llevamos, aunque sea en clave de parodia o de contradicción.