Hacia el final
Las negociaciones sobre el futuro de Gibraltar parecen avanzar hacia un desenlace en el otoño que no se sabe si será feliz. Es en los últimos tramos cuando se entra en las cuestiones más difíciles. Como posiciones para la negociación final conviene interpretar los mensajes que lanza el Gobierno británico. Hay que llegar a una solución aceptable para Londres y Madrid y en la que los gibraltareños acaben viendo más ventajas que inconvenientes.
La cosoberanía parece una salida aceptada por Londres y Madrid. Otra cosa es el marco temporal del acuerdo. Londres trata de definirlo como 'permanente', mientras que Madrid preferiría, en el peor de los casos, que tuviera carácter 'indefinido'. Los que más nerviosos se han puesto ante la perspectiva de la cosoberanía -ratificada en el Parlamento de Westminster por el jefe de la diplomacia británica, Jack Straw, en plena crisis de Perejil- han sido los llanitos. Sin que haya mediado aún un acuerdo entre Madrid y Londres, el ministro principal de Gibraltar, Peter Caruana, anunció ayer que convocará un referéndum en otoño. Peter Hain, ministro británico para Europa, ha dejado sentado en sus declaraciones a este periódico que el único referéndum válido será el que convoque su Gobierno.
Las declaraciones de Hain, con la vista puesta en Madrid, en Gibraltar, y mirando por el retrovisor lo que ocurre en su propio país, han supuesto un paso más para poder superar el escollo de la base militar, al centrarse sobre el 'control' británico de esta instalación, que podría pasar a la estructura de la OTAN. Pero Blair sembró confusión ayer al afirmar que Londres no cederá ni la 'soberanía' ni el 'control' de la base, en respuesta a una pregunta sobre la 'soberanía militar', concepto que no existe. Convendría que aclarase la confusión. No se entendería que dos socios en la UE y aliados en la OTAN compartiesen la soberanía del Peñón y no la de sus instalaciones militares, cuyo acceso, uso, control operativo o mando plantean cuestiones de índole más técnica.
Es poco creíble que éstas sean posturas cerradas en una diplomacia pragmática como la británica, pero que también mide sus palabras. Las distintas voces británicas indican que hay margen para negociar. Pero no demasiado tiempo. El Gobierno de Blair quiere resolver la negociación, en un sentido u otro, sin demora, pues está abierta una ventana de oportunidad que se volverá a cerrar cuando el Reino Unido entre en un nuevo periodo preelectoral o de referéndum sobre el euro. El Gobierno español no debe buscar un acuerdo a cualquier precio, pero tampoco se pueden eternizar las negociaciones, por mucho que el contencioso se remonte casi tres siglos atrás en la historia.
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