El varamiento definitivo
El Museo del Medio Marino muestra 13 esqueletos y 16 réplicas fieles de cetáceos
Hasta los alrededores del centro donde ahora se exhiben sus restos llegó el 21 de marzo de 1996 el cadáver de una hembra de rorcual común, que murió al chocar con un barco. El mamífero, ya sin vida, fue remolcado hasta Doñana. En su esqueleto, restaurado para exhibirse en el nuevo Museo del Medio Marino, de Almonte (Huelva), todavía puede apreciarse el lugar de la colisión entre el animal, que puede superar los 6.000 kilos de peso, y la embarcación.
Cada uno de los 13 esqueletos reales que ocupan la nave central del museo tiene una historia, como la joven yubarta que apareció flotando frente a Isla Canela en marzo de 1997 incapacitada de por vida para entonar canciones con las que atraer a hembras o el calderón común, varado en Almería un año después. Ningún ejemplar le acompañó, a pesar de que la especie se distingue por su solidaridad y, a menudo, se producen varamientos en masa para arropar a ejemplares enfermos o débiles. Junto a los esqueletos se reproducen 16 réplicas -13 corresponden a los restos reales-, elaboradas por un equipo dirigido por el escultor José Manuel Díaz Vichero. En casi todos los casos sacaron moldes directos de ejemplares muertos, aunque para reproducir el cuerpo de la ballena rorcual, que mide 20 metros de largo, optaron por recrearla a partir de una maqueta. El equipo invirtió unas 20.000 horas en elaborar las 16 réplicas -la más pequeña es una marsopa de un metro escaso- para que se ajustaran con fidelidad a cada especie.
Del techo de la nave central penden delfines, calderones, ballenas y cachalotes, que frecuentan las aguas del Estrecho, y otras especies más raras en el litoral andaluz como la beluga, que vive en en el Ártico, o el cachalote pigmeo, que prefiere aguas profundas. El esqueleto de beluga, del siglo XIX, fue cedido al Museo del Medio Marino por el Acuario de San Sebastián, pero la mayoría de los restos proceden de la colección de la Estación Biológica de Doñana, formada por unos 100.000 ejemplares.
José Calot, investigador y conservador de la colección de la Estación, recuerda la llegada a la costa de Doñana de la gran ballena rorcual, que concentró a numerosas personas dispuestas a descuartizarla con motosierras los primeros días. Pasada la novedad, sólo Calot y su esposa siguieron adelante con las tareas de limpieza para preparar el gigantesco esqueleto para incorporarlo a la colección de la Estación. Tuvieron que esperar cuatro años. 'La lengua era más grande que un remolque', rememoraba ayer, después de que el presidente andaluz, Manuel Chaves, inaugurase el Museo del Medio Marino. Frente a la costa andaluza se producen cada año más de un centenar de varamientos de cetáceos que, por distintas razones, se acercan a la tierra, el medio natural de los antepasados de delfines y ballenas.
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