Los laboristas británicos hacen frente a una grave crisis financiera
El Partido Laborista admitió ayer la gravedad de su crisis financiera. Su secretario general, David Triesman, declaró a la cadena británica BBC que el partido afronta 'retos financieros' y que las elecciones autonómicas en Escocia y Gales del año que viene 'van a ser una verdadera prueba para el partido'. Las tensas relaciones con los sindicatos, que han llevado a éstos a recortar sus ayudas al partido, ha agravado la crisis.
Pero la crisis financiera del laborismo no es coyuntural. Es un reflejo del cambio profundo en el seno de un partido que en el pasado estuvo muy unido a los sindicatos y cuyo presente está lleno de contradicciones. El Nuevo Laborismo ha aumentado una fractura partido-sindicatos que empezó a producirse hace muchos años. Y eso ha tenido consecuencias económicas.
Pero las fuentes de financiación alternativas, las donaciones de empresas y particulares, también se han convertido en una fuente de trastornos para el laborismo, que se ha visto envuelto en demasiados escándalos en poco tiempo. La polémica donación del rey de la Fórmula 1, Bernie Ecclestone, que entregó un millón de libras (algo más de un millón y medio de euros) al Partido Laborista, que obró el milagro de que el Gobierno de Tony Blair cambiara de posición sobre la prohibición de la publicidad del tabaco en estas carreras, fue sólo la primera de una serie de polémicas.
Los laboristas tienen un descubierto bancario de seis millones de libras, cargan con una hipoteca de otros cinco millones y con deudas por dos millones de libras. Por eso los dirigentes del partido han puesto en marcha un plan de choque. Han ordenado un recorte de gastos del 20% en cada departamento, aunque sea a costa de perder empleo, y decidido un aumento de la cuota de afiliación.
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