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La música más humana cierra los Encuentros de Santander

Los Encuentros Musicales 2002, en su segunda edición, terminaron ayer. En conjunto, han sido superados los del año anterior, no sólo por el número y calidad de los docentes y discentes internacionales sino también por una mejor definición y cumplimiento de los objetivos. Quienes pensaron el año pasado que el nuevo proyecto de la Fundación Albéniz era algo así como un festival 2 para llenar de música Cantabria durante el mes de julio, pecaron de miopía.

Y ahí tenemos bien plantados los Encuentros con beneficio para todos. Las sesiones de música de cámara en las salas del Palacio de Festivales, de Santander, despiertan un interés mantenido y creciente con la garantía de un centenar de profesores y alumnos en escena sucediéndose en la enseñanza teórica y en la práctica de un género matriz para bien entender la música en su ser y en su historia.

Pensábamos todo esto al escuchar la primorosa versión del célebre Octeto de Schubert para clarinete, fagot, trompa y arcos, trabajado por los alumnos con sus maestros -Csabo, Geringas, Vlatcovic, etcétera- por estos aprendices de un magisterio cuyas puertas acaso ya han atravesado. La magnificencia de esta música trascendente que, pese a algunas apariencias externas, tampoco tiene que ver con el decorativismo del septeto de Beethoven, quedó desentrañada, analizada y explicada a la audiencia.

Senda feliz

Seguir estas formas ampliadas en sus dimensiones y en su sustancia supone advertir que la figura de Bruckner se acerca en la historia y que Schubert la preanuncia.

No de otro modo, el grandísimo Bruno Canino y su compatriota Roberto Plano, nos llevaron por la senda feliz de una tradición asimilada: las marchas para piano a cuatro manos de Beethoven.

Y al fin Mozart plantó sus reales desde el admirable Cuarteto con piano en sol menor. Estas largas dosis de música mozartiana me parecen el más hondo homenaje de la Santander universitaria al poeta Luis Cernuda en el centenario de su nacimiento.

Cernuda amó la música y en especial la del salzburgués y hasta nos legó aquella suerte de lección poética y musical: 'Si alguna vez te preguntase/ la música qué es/ Mozart dirías: es la música misma'.

También lo es este Schubert gemelo de Wolfgang Amadeus en brevedad de vida y largueza de genio. Tal y como nos llegó en el concierto terminal de los encuentros que tuvo además un carácter de homenaje y colaboración con el proyecto Plan, Más Allá del Aula, dedicado a Paraguay.

Plan nació, hace 65 años, en Santander y la labor se ha internacionalizado al máximo. Ningún clima más propicio que el de la música de Mozart y de Schubert, quizá la más humana de todas.

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