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26º FESTIVAL DE JAZZ DE VITORIA

Miles y Trane sonrieron

La del sábado fue la noche de Michael Brecker. Y, por supuesto, también la de Herbie Hancock y Roy Hargrove pero sobre todo fue la noche de Brecker. Vitoria le sienta bien al saxofonista norteamericano, se ha notado en todas y cada una de sus anteriores y exitosas visitas pero, esta vez, el de Filadelfia no sólo superó cualquier expectativa sino que se lanzó al vacío una vez tras otra. Michael Brecker bordó uno de esos conciertos llenos de poderío, rebosante de duende y que clava al oyente en su asiento para hacerle saltar después como si cada butaca tuviera un resorte preparado.

El solo absoluto de Michael Brecker con claras reminiscencias coltranianas (tal vez un Naima totalmente reinventado) ya hubiera valido por todo el festival. Por suerte este año en Vitoria hubieron muchas otras cosas para el recuerdo, pero el broche de ese Michael Brecker convertido en un gigante es de los que se quedan clavados en la memoria y pasan a engrosar la lista, que todo aficionado al jazz ha elaborado en algún momento de su vida, de conciertos inolvidables.

Brecker estuvo arriba del todo pero seguro que no hubiera llegado tan alto esa noche sin un entorno que brilló a su misma altura. Un entorno que, además, no estaba a su servicio (como sucede en los grupos que lidera el saxofonista) sino que organizaba la escalada por su cuenta creándose una rivalidad nada agresiva que sirvió para que los tres hombres de la primera línea bordaran grandes conciertos.

La excusa de la noche era recordar a Miles Davis y a John Coltrane, mentores claros de Brecker, Hancock y Hargrove, pero sólo fue una excusa ya que los tres músicos (hábilmente acompañados por un magistral George Mraz en el contrabajo y Willie Jones, un eficaz pero discreto batería) elaboraron un mundo totalmente nuevo que en ningún momento miró hacia atrás. Ni un ápice de revisionismo hubo en su propuesta, todo lo contrario: un constante ir hacia adelante con la vista puesta en algún inexistente punto del lejano horizonte. Si a estas alturas es rendir homenajes a gente como Miles Davis o John Coltrane seguro que esta no sólo es la mejor manera sino la única; seguro que Miles y Trane sonreían esa noche desde el limbo de los jazzmen.

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