Antes de las vacaciones
Antes de que nuestros mandatarios se marchen de vacaciones conviene que, cuanto antes, esta misma semana, Gobierno central y Junta de Andalucía cierren una fecha concreta para celebrar el primer encuentro en el que abordar las diferencias existentes entre ambas administraciones. Si bien sería difícil pensar que de ese contacto podría salirse con el acuerdo total, lo cierto es que la importancia de los temas a abordar requieren la máxima celeridad posible. La exigencia del cumplimiento de la sentencia de la Audiencia Nacional sobre la liquidación de los Presupuestos Generales del Estado de 1997 o las transferencias aún pendientes constituyen un tajo más que suficiente para que unos y otros se pongan a trabajar de forma inminente y ofrezcan a los ciudadanos resultados concretos.
Lo suyo sería que esas reuniones comenzasen a celebrarse, incluso, antes de terminar este mes de julio. De esta forma, se entraría al nuevo curso político, allá por el mes de septiembre, con un marco concreto en el que cerrar los contenciosos diversos que se mantiene abiertos, absurdamente, desde hace años. A ambas partes les conviene el consenso de forma inmediata. No resulta difícil imaginar el calvario que le esperaría a un Ejecutivo central allá por el otoño con el recrudecimiento de las movilizaciones contra el decretazo y con una Andalucía de nuevo reivindicativa, como ha ocurrido a lo largo de toda la legislatura. También a los gobernantes andaluces les vendría de perlas los cientos de millones de euros procedentes de la ejecución de la sentencia así como rematar la recta final de esta etapa con nuevas competencias como las de las Políticas Activas de Empleo.
Pero al margen del momento oportuno para fijar la cita, queda por determinar quiénes han de participar en la misma. No se sabe por qué razón, pero lo cierto es que desde la llegada al Ministerio de Administraciones Públicas del secretario general del PP, Javier Arenas, la interlocución con la Junta ha subido de nivel. Y si su antecesor, Jesús Posada, se las bastaba con el consejero de la Presidencia, Gaspar Zarrías, resulta que ahora se apunta hacia arriba por lo que el contacto no puede ser más que con el jefe del Gobierno andaluz, Manuel Chaves. Es un simple detalle, pero en otra ocasión seguro que se convertiría en todo un obstáculo. Sin embargo, parece que no hay ganas de presentar batalla por estos aspectos meramente formales, y que, a diferencia de lo que ocurre con el lehendakari, Juan José Ibarretxe, todo hace indicar que en Andalucía no habrá problemas y, en efecto, habrá foto, más pronto que tarde, entre Chaves y Arenas.
Después de ante la basílica de la Virgen de la Macarena, la segunda imagen obligada del señor ministro debería ser, sin duda, saludando al presidente de su comunidad. Todo un gesto que esperemos se produzca de forma inmediata. Otros, en cambio, han de efectuar el camino a la inversa. El consejero de Salud, Francisco Vallejo, viaja a Madrid para visitar a la nueva ministra del ramo, Ana Pastor, que sustituye a Celia Villalobos. Dice que va con la mano tendida con el fin de entablar unas relaciones que fueron imposibles con su antecesora. Quién sabe si al final se establece un buena química entre ambos, poniendo en evidencia a la ex alcaldesa malagueña.
Puestos a elucubrar, también es cuestión de pensar en cuánto va a durar ese aventurado movimiento de los críticos en el seno del PP andaluz. Dicen sus promotores que hay más de una treintena de cargos públicos y orgánicos en esta corriente interna que encabeza el que fuera presidente de los populares cordobeses, Enrique Bellido. Cada día que pasa, aseguran que se incorporan más simpatizantes, motivo de sobra, por tanto, para que los dirigentes de esta formación empleen un día de estos la guillotina de los estatutos, expulsándoles totalmente de esta organización antes de que este movimiento alcance mayores dimensiones. Máxime cuando comienzan a adjudicar, tal vez de forma interesada para sembrar más dudas aún, el padrinazgo de esta sensibilidad interna al que fuera ministro de Trabajo Manuel Pimentel.
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