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COYUNTURA INTERNACIONAL

Rusia pierde impulso

La excesiva dependencia del crudo frena el crecimiento económico

Fernando Gualdoni

El ritmo de crecimiento de la economía rusa se ha frenado en el primer semestre del año debido a los bajos precios del crudo. Rusia es muy dependiente de los ingresos por ventas petroleras. En los primeros seis meses creció un 3,8% frente al 5% que registró en el mismo periodo del año anterior. A este ritmo, el país no alcanzará su objetivo del 4,4% para todo este año.

Rusia no es el primer ejemplo de que un país dependiente de un solo producto, y más si éste es una materia prima, difícilmente escapa a los ciclos de precios de esos bienes. Si se observa la historia económica de Venezuela y la del resto de los miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), se ve claramente que el crudo da periodos de bonanza extrema y de debilidad a estos Estados sin que los gobiernos puedan hacer nada para remediarlo. Sólo algunos países, como México, han aprovechado esos momentos de vacas gordas para diversificar su economía y ser menos vulnerables a los vaivenes de la cotización petrolera.

En 2000, cuando los precios del crudo alcanzaron su máximo nivel en dos décadas, Rusia logró crecer un 9% y superar la crisis financiera asiática, que impactó de lleno en Rusia a finales de 1998. El petróleo y el gas representaban en aquel momento dos tercios del comercio exterior ruso. Hoy el porcentaje es similar, pero el precio del crudo y el gas están bastante por debajo de lo que estaban hace dos años. Un informe presentado recientemente por el Ministerio de Economía al Gobierno advierte que 'las posibilidades de mantener un crecimiento sostenible con la actual estructura de la economía son ínfimas'. 'El sector de materias primas no puede, ni siquiera a medio plazo, sostener el ritmo de crecimiento del país', añade el informe.

El precio del petróleo ruso, el barril ural cotizó a una media de 22 dólares (se cotiza en torno a dos dólares por debajo del brent) durante los primeros cinco meses del año, lo que supone casi un 12% por debajo de lo que llegó a valer durante el mismo periodo del año anterior. Añadido a esto, el índice de precios al consumo (IPC) del país aumentó un 9% en los mismos meses y el rublo se depreció en torno a un 3% frente al dólar. La inflación está dañando duramente a los productores de energía, puesto que encarece sus costes domésticos y los hace menos competitivos frente a los exportadores de otros países.

La depreciación del rublo no ha sido suficiente para compensar el efecto de la inflación en los costes de producción. Un 3% es muy poco comparado al 70% de devaluación que llegó a experimentar la moneda rusa en 1998 y que ayudó al país a salir de la crisis a través del sector exportador.

Rusia aumentó su producción de petróleo en lo que va de año, pasando de 6,95 millones de barriles diarios a finales de diciembre a 7,2 millones en mayo, según los últimos datos disponibles. Moscú se apartó de la política de recortes de producción de la OPEP (organización de la que no es miembro, pero con la que mantuvo una estrecha relación entre 1999 y 2000), pero ahora, dado que el precio no le favorece para mantener su ritmo de crecimiento, se especula en los mercados que Rusia puede volver a colaborar con el cartel si los precios del crudo se hunden.

A principios de año, la industria petrolera rusa solicitó al Gobierno del primer ministro Vladímir Putin que colaborara con la OPEP, pero, a partir del 1 de julio (e incluso antes, aunque extraoficialmente), Moscú dejó de participar en la estrategia de recortes de extracción para impulsar los precios. Ahora se prevé que Putin pueda cambiar de estrategia a partir de septiembre, mes en que se reune la OPEP en Viena.

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Sobre la firma

Fernando Gualdoni
Redactor jefe de Suplementos Especiales, ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS como redactor de Economía, jefe de sección de Internacional y redactor jefe de Negocios. Es abogado por la Universidad de Buenos Aires, analista de Inteligencia por la UC3M/URJ y cursó el Máster de EL PAÍS y el programa de desarrollo directivo de IESE.

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