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Un minotauro abstracto y sensual

El Teatro Romano de Mérida (hoy, 22.45) será el único escenario español donde podrá contemplarse el último y polémico trabajo de la coreógrafa Blanca Li con la Komische Oper Berlín: El sueño del minotauro. Un viaje divertido y provocador por la mitología clásica inspirado en las cerámicas y frisos clásicos. Li apareció muy delgada, vestida de negro y sin hacer referencia en toda la conferencia de prensa a su contencioso con la Komische Oper.

El montaje que hoy se presenta en Mérida comenzó a perfilarse a raíz de un encargo que la coreógrafa recibió hace años para una edición del Festival de Lyón que asumió como tema el Mediterráneo. Fascinada por la escultura clásica, Li se encontró con la posibilidad de trasladar al escenario en forma de danza 'esa belleza del cuerpo, tan próxima al movimiento'. Adentrándose en la cultura cretense, Li se sintió arrastrada, como siglos antes les ocurriera a Evans y Schliemann, por un modo de vida refinado, culto y estético.

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Sobre el escenario, 22 bailarines se sumergen en un viaje que se inicia en la Grecia arcaica y termina en la clásica. Li evoca en El sueño... esa provocación que brotaba de la estética cretense: 'Es un espectáculo muy sensual porque el cuerpo es un elemento principal. Y hay una cuestión que se aborda mucho que es el amor y el sexo, muy presentes en la mitología. Hay una parte que es muy divertida, muy irónica, que habla precisamente de todo lo que son las relaciones sexuales que, además, aparecen de forma muy explícita en las cerámicas. En los frisos hay mucha vida sexual. El culto al cuerpo, la obsesión por la belleza es un tema que a mí me resultaba muy actual. Me hace gracia comprobar la obsesión que entonces ya tenían por el cuerpo, y que la tenemos también hoy'.

Sin embargo, Li deja claro que no se trata de un ballet narrativo: 'No me gustan. Prefiero hacer ballets más abstractos y que el propio espectador haga sus interpretaciones, su viaje'. El montaje de Li supone un punto de inflexión en esa costumbre, cada vez más arraigada, de acudir a Mérida con cualquier cosa y después adaptar el escenario al producto final. Al contrario, ella es consciente de la grandeza e inmensa soledad que representa ese escenario y se ha encontrado como pez en el agua: 'Quise que el espectáculo no tuviese ningún decorado porque el único elemento importante para mí era el cuerpo, y el mejor marco es un teatro como el de Mérida'.

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