El Bernhard más puro y hondo
Aviñón necesita de grandes actores. Jean Vilar, Vittorio Gassman, Gérard Phillippe, Isabelle Huppert, Michel Piccoli han contribuido al poder de convocatoria del festival. Este año es Michel Bouquet la 'cabeza de cartel' de toda la programación. Además, Bouquet es Minetti, es decir, la evocación libérrima que el escritor austriaco Thomas Bernhard hizo de Bernhard Minetti, gran actor alemán para el que el dramaturgo escribió Reformador y Simplemente complicado, amén de la obra que lleva su apellido (en cartel del 15 al 27 de julio), una trilogía sobre el oficio de actor.
Bernhard Minetti debuta en el teatro en 1927 y conoce un momento profesional difícil con la llegada del nazismo. Se amparará tras la sombra protectora de Gustaf Gründgens, antiguo izquierdista convertido al nacional-socialismo para lograr el máximo poder dentro del mundillo teatral germano. Su matrimonio con Erika Mann -la hija de Thomas- se disuelve y es Klaus Mann, en Mephisto, quien nos explica las contradicciones de Gründgens y el cómo las resolvía. Minetti conoció a Thomas Bernhard al interpretar La fuerza de la costumbre, una de sus obras, y este quiso escribir para él.
Minetti transcurre en el vestíbulo de un hotel, la Noche Vieja, en Ostende. Un hombre mayor irrumpe en ese decorado poblado de enanos, borrachos y solitarios. Dice ser el gran actor Minetti y espera al director de un teatro que quiere que, después de 32 años de silencio, vuelva a subir al escenario para ser Lear. Los tres actos se suceden cambiando de tono, pero con el intérprete hablando de su oficio -'cuando todos se callan es él quien habla; su entera existencia es siempre otra existencia, su cabeza otra cabeza'- y de lo que le ocurrió -perdió su cargo en Lübeck porque rechazó montar clásicos-.
Para Claudia Stavisky, directora del montaje de Minetti en Aviñón, 'la pieza de Bernhard no es otra cosa que una fuga de Bach. En las diez primeras páginas están expuestos todos los temas y la continuación son variaciones sobre el efecto que produce el choque de esos distintos temas. La primera escena es metafísica. Minetti llega, introvertido, con sus problemas y dudas. Se siente incómodo. Va de un lado a otro. Espera al director. La segunda escena nos muestra a un Minetti que no sólo se ha bien instalado, sino que además ha encontrado dos personas -la mujer de rojo y el conserje- que, de tanto en tanto, le escuchan. La tercera está escrita de un modo más clásico y es tremenda. Minetti, en el bar, casi convencido de que el director no vendrá, espera junto a una chica de 15 o 16 años enamorada. Es una mujer llena de vida'.
Para Michel Bouquet la pieza 'es más una proyección de lo que Bernhard habría sido como actor que un retrato de Minetti'. Le interesa que 'el público perciba hasta qué punto el oficio de actor puede ser criminal, peligroso para el autor, hasta qué punto el actor interpreta contra el autor'. Para Bouquet éste no es su primer encuentro con el mundo de Thomas Bernhard. En Antes de la jubilación ya dio vida a uno de los personajes más odiosos creados por el escritor, el de un juez que vive con sus dos hermanas y cultiva en secreto la veneración por Himmler, su antiguo jefe SS. Obras como ésta hicieron que Kurt Waldheim dijera de Bernhard que 'insultaba al pueblo austriaco'. Waldheim había sido oficial SS, pero lo ocultó durante muchos años.
Michel Bouquet ha hecho mucho Anouilh, mucho Shakespeare, mucho Pinter, mucho Beckett. El gran público le conoce de su época con Chabrol -La femme infidèle, Juste avant la nuit, etcétera- o de su colaboración con Truffaut -La novia vestía de negro- o de películas como Toto le heros, de Jaco van Dormel, pero sólo saben de toda su maestría quienes le han visto en el escenario interpretando Ionesco, Kawabata o Molière. O dando grandeza a un texto mediocre de Ronald Harwood porque Bouquet le confería una complejidad a su Wilhem Fürtwangler que no tenía la obra.
Entre el Minetti de Minetti y Bouquet hay muchos puntos en común. Si uno quiere volver al escenario después de 32 años, el otro debutó en Aviñón en 1947, junto a Jeanne Moreau, y hoy vuelve al mismo local de entonces. Si Minetti lleva 'treinta años con miedo, con el miedo constante de perder mi texto, de no poder interpretar Lear', Bouquet ha dejado pasar 25 años antes de regresar a Aviñón porque fue aquí, en la Cour d'honneur, donde se quedó en blanco durante una representación de Esperando a Godot. Y como Minetti -y como Thomas Bernhard- desconfía de los directores-estrella: 'No soporto que me hablen del papel, que intenten influenciarme. Trabajo lo bastante para saber cómo es el personaje, para que llegue el momento en que sea el personaje el que me diga lo que tengo que hacer. De pronto veo su identidad, que está muy lejos de la mía. Y yo soy su intérprete'. Thomas Bernhard le hace decir a Minetti que 'el artista no es un verdadero artista hasta que está perfectamente loco, hasta que se ha precipitado en la locura y ha hecho de ella su método'. Bouquet piensa que, si Bernhard hubiera sido actor, 'lo hubiera roto todo, lo hubiera destruido todo, habría hecho que Goethe y Shakespeare parecieran ridículos, él mismo habría sido ridículo. Era su propio verdugo y disfrutaba con ello porque su teatro destruía todo lo que construía'. En Minetti, el protagonista dice que 'ha llevado el teatro a su destrucción' y que 'al rechazar la literatura clásica he cometido el mayor crimen teatral. He ridiculizado el teatro y lo he hecho desaparecer. He estafado al público'. Y todo eso se dice en Ostende, antigua ciudad veraniega de la monarquía belga y de los industriales de la mitteleuropa, hoy una sombra de sí misma tras los bombardeos de la última guerra.
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