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Reportaje:

Los Saboya pueden volver a casa

El Parlamento italiano permite regresar a la familia real tras 56 años de exilio

Las fronteras de Italia se abren finalmente a los herederos de la Casa de Saboya, la familia real, en el exilio desde hace más de cincuenta años. Ayer, una amplia mayoría de diputados italianos (347, frente a 69 contrarios y a 44 abstenciones) refrendó con su voto la ley que modifica la Constitución de 1948, que prohibía la entrada en Italia a los miembros de la familia real. Víctor Manuel de Saboya, hijo del último rey de Italia (Umberto II), se apresuró a enviar un telegrama de agradecimiento a los parlamentarios desde su residencia de la isla de Cavallo, en Córcega, por la excelente noticia. Cierto que el regreso de la familia, Víctor Manuel, su esposa, Marina Doria, y el hijo de ambos, Emanuel Filiberto, no podrá ser inminente. La ley se ha aprobado con un número de votos inferior a los dos tercios, lo que significa que no podrá entrar en vigor hasta dentro de tres meses. Un lapso de tiempo que podría ser utilizado por algún encarnizado antimonárquico para reclamar la celebración de un referéndum. La hipótesis es poco probable porque la inmensa mayoría de los italianos se ha declarado ya favorable al regreso de la ex familia real, siempre que lo hagan en calidad de ciudadanos de a pie.

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Se cierra así un proceso parlamentario iniciado en febrero pasado, cuando el Parlamento dio el primer al regreso. La familia al completo brindó entonces con champán en el lujoso refugio de Gstaad (Suiza) viendo caer la primera piedra del muro constitucional que les impedía pisar Italia. Ayer lo harían de nuevo, aunque esta vez en la residencia veraniega de Córcega. En Italia les esperan con los brazos abiertos unos pocos miles de monárquicos, dispuestos aún, los más fervorosos, a montar guardia ante la tumba de los primeros reyes de la Italia unificada, enterrados en el Panteón de Roma. La alta burguesía e incluso la nobleza romana enemiga, la que formaba parte de la antigua Corte papal, espera también con curiosidad el regreso de los Saboya, convertidos en una familia burguesa sin aspiraciones al trono de Italia.

Personajes asiduos de la televisión italiana, retratados infinitas veces en las revistas de cotilleo nacionales, los herederos de la modesta casa reinante (originaria de la región homónima francesa), con casi mil años de historia, no son lo que se dice unos desconocidos en su país. Emanuel Filiberto, que trabaja, como tantos jóvenes de sangre azul sin demasiado futuro principesco, en la banca privada, ha participado en un programa de variedades de la televisión -Quelli che il calcio...-, y durante el Jubileo de 2000 amagó con presentarse en Roma para asistir a la Jornada de la Juventud, presidida por el Papa, al que quiere visitar (acompañado por sus padres) nada más poner un pie en Italia. Esto no significa que el príncipe, de 30 años, piense dejar su residencia suiza -'un país muy bien organizado', ha dicho- por Italia. Lo más probable es que se limite a comprar un apartamento en Roma.

Tampoco su padre, el príncipe Víctor Manuel, planea instalarse en la patria recuperada, de la que conserva recuerdos muy vagos. El pequeño Víctor Manuel tenía apenas nueve años cuando salió de Nápoles camino de Portugal en junio de 1946, acompañando a su madre, la reina María José, y a sus tres hermanas, María Beatriz, Tití, María Gabriella y María Pía de Saboya, la mayor de todos. Los italianos acababan de abolir la monarquía en un referéndum con resultado muy justo y su padre, Umberto II, no quiso permanecer en un país que le rechazaba. La vida del heredero frustrado ha estado ligada al exilio, a los cambios de residencia hasta la definitiva, en Ginebra, y no es casual que su matrimonio con una rica burguesa suiza, Marina Doria, se celebrara con gran fasto en un lugar insólito, Teherán, en octubre de 1971.

Los primeros intentos para forzar el regreso datan de 1979, y fueron impulsados por el Movimiento Social Italiano, heredero directo del fascismo. No era el mejor aval para atraer las simpatías de la opinión pública hacia los herederos del rey Víctor Manuel III. Un monarca al que los italianos reprochan haber consentido la ascensión del fascismo, en 1922, y haber firmado las leyes raciales de 1938.

De izquierda a derecha, Víctor Manuel de Saboya; su esposa, Marina Doria, y el hijo de ambos, Emanuel Filiberto.
De izquierda a derecha, Víctor Manuel de Saboya; su esposa, Marina Doria, y el hijo de ambos, Emanuel Filiberto.AP

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