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Columna
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Que lo clonen

Con el nombramiento de Fernando Vizcaíno Casas como miembro del Consell Valencià de Cultura (CVC), Eduardo Zaplana da un paso más en su política de rentabilizar conflictos, un oficio en el que se ha mostrado sumamente habilidoso. Algunos expertos, como el profesor Ernesto Garzón Valdés, han explicado cómo la composición de la agenda política influye directamente en la formación de las preferencias del electorado. Y esto es lo que, con redoblados esfuerzos, intenta hacer Zaplana desde la huelga general.

Desde hace dos años, cuando Rodrigo Rato sepultó las iniciativas de Zaplana en materia de financiación autonómica, la política de la Generalitat está ayuna de cualquier iniciativa. En este tiempo ni siquiera ha acabado de funcionar el escaparate de las grandes obras públicas, con un ex consejero del ramo imputado judicialmente por malversación de fondos públicos, los trasvases del Ebro diluidos en el tiempo y el AVE en fase de proyecto. Ante tal páramo de iniciativa política, la institucionalización de la vieja batalla lingüística, creando la Acadèmia Valenciana de la Llengua, respondía a esa estrategia de rentabilización de los conflictos, que permite explotar determinados problemas y silenciar otros. En este sentido habrá que recordar cómo algunos especialistas han identificado organización política con movilización de prejuicios. El propio Garzón Valdés califica los peligros de esta agenda impuesta como una forma sutil de ejercicio del poder, que 'puede ser incluida dentro de la categoría de la manipulación' y que 'constituye una lesión de la autonomía de la persona'.

El asunto de los sueldos de los ex presidentes y otros políticos en paro es otra manifestación clara de la imposición de la agenda política. Aquí la manipulación es de una enorme eficacia porque se produce apenas unos días después de una huelga general que tenía por objetivo la defensa de los derechos de los parados. Además de desviar la atención sobre los motivos y los efectos de la huelga, el debate pretende movilizar los prejuicios de la población acerca de los políticos en general y en particular de los socialistas, que son los que se han avenido al pacto y los que mejor podían rentabilizar el descontento de la huelga. El error de Joan Ignasi Pla en este punto ha sido garrafal.

Ahora, Zaplana ha dado un paso más en eso tan moderno de sustituir el Gobierno y la Administración por la política de titulares y ha puesto en el CVC a Fernado Vizcaíno Casas, autor de obras de tan relevantes méritos culturales como Niñas... ¡al salón!, ...y al tercer año, resucitó o ¡Viva Franco! (con perdón), una descalificación de la transición democrática, publicada cinco meses antes del 23-f, que incluye una defensa del entonces teniente coronel Antonio Tejero por la dureza con la que se reprimió su participación en la Operación Galaxia que precedió al golpe de Estado.

Así las cosas y para que no se aburran los nuevos miembros del CVC, uno le sugiere al presidente del organismo, Santiago Grisolía, que monte un gran debate que entretenga a los periódicos y a los ciudadanos. Naturalmente sobre un tema que aúne sus conocimientos con las pasiones de Vizcaíno: '¿Qué es mejor para España clonar a Franco o al propio Aznar?' Rita Barberá, feliz; y Zaplana, con tal de que no se hable de política real, también.

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