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Columna
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Acuario

Al observar al presidente durante su visita a las instalaciones en obras del Oceanogràfic uno tenía la sensación de que se aferra a los peces de colores como última esperanza de brillo en una legislatura que declina desde que comenzó. Quiero decir que Zaplana, ante el enorme acuario que atraerá sin duda a miles de visitantes, parecía soñar que después de una inauguración de campanillas en pleno curso electoral su efecto hipnótico difuminará la mediocridad. Es un fenómeno digno de análisis la fascinación que la Ciudad de las Ciencias, -¡aquel proyecto heredado de los socialistas!-, ejerce sobre el actual partido en el poder. Congresos, conferencias, mítines, cumbres, encuentros y espectáculos hallan en la arquitectura de Santiago Calatrava un decorado para la ficción de que esta sociedad avanza como un vendaval. Aunque a la vuelta del verano una campaña de publicidad lo enarbolará otra vez, resulta imposible esconder detrás del triunfalismo la evidencia de que el paso largo de la política del PP sólo existe en la propaganda oficial. Llega un momento en que el énfasis ya no puede encubrir a una administración de vuelo corto, a un Consell incapaz de articular políticas que exijan inteligencia, solvencia y continuidad. Llegará el día en que lamentaremos el tiempo perdido en materia tecnológica, industrial y de infraestructuras. Notaremos entonces los resultados de la ineptitud estratégica para los servicios avanzados, la innovación, la formación de capital humano o la racionalización de los recursos, acciones que han sido sustituidas hoy por una complacencia banal. Me gustaría creer que el presidente de la Generalitat tiene algún ápice de mala conciencia sobre la cuestión. De momento, se distrae haciendo como que engaña al líder de la oposición con el estatuto de los ex presidentes o la renovación parcial del Consell Valencià de Cultura. Es fácil, desde la cima del poder, burlarse de la negociación, aunque cause daños en el juego democrático de gran magnitud. ¿Y si la garantía de un sueldo y un estatus preocupara a Zaplana más de lo que da a entender? ¿Y si Vizcaíno Casas le pareciera un intelectual de verdad?

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