La otra leyenda de Casablanca
La ciudad marroquí sorprende por la calidad de su arquitectura
Hacíamos sombra a Florida y a las palmeras de California', decía recientemente Tito Topin refiriéndose a Casablanca. El célebre escritor francés nació en la capital económica de Marruecos en 1932 y vivió los años dorados de esta gran metrópoli, entonces bajo el protectorado francés (1912-1956). Era la época de la leyenda inmortalizada en los estudios de Hollywood por Humphrey Bogart e Ingrid Bergman. El periodo del hedonismo, de los teatros, los espectáculos, las piscinas, y uno de los mayores laboratorios del mundo para los proyectos urbanistas de la primera mitad del siglo XX. Hasta los años sesenta (y aún en la actualidad), Casablanca representaba la modernidad. Ser casablanquais significa para los marroquíes una puerta abierta hacia las ideas liberales y la creatividad. Aquí cantaron y tocaron Edith Piaf, Josephine Baker, Jacques Brel y Charles Mingus. Luis Miguel Dominguín frecuentó las tabernas, y Roosevelt, Churchill, De Gaulle y Giraud firmaron el célebre pacto de las fuerzas aliadas tras el exitoso desembarco de las tropas norteamericanas en la II Guerra Mundial. Por cierto, que el histórico hotel Anfa, donde tuvieron lugar estos encuentros, desapareció bajo el fragor de las palas en los años setenta.
Hoy, Casablanca no es ni de lejos lo que fue, sino una gran ciudad con una apretada actividad comercial, sumida en el ruido, el caos circulatorio y la suciedad. Pero basta con alzar la vista para comprobar que por debajo de esta capa de abandono se conserva un patrimonio arquitectónico espectacular. La densidad y la calidad por metro cuadrado de edificios art déco, neomoriscos y racionalistas hacen de ella un delirio para aficionados a la arquitectura.
A las tendencias vanguardistas occidentales del pintor Piet Mondrian y el arquitecto Mies van der Rohe se sumaban los elementos autóctonos de una rica tradición local: azulejos alicatados, trabajos de hierro forjado, mármoles oscuros y llenos de hermosos matices, azoteas, patios, galerías y otros elementos articuladores del espacio propios de la herencia hispano-magrebí. Surgirá así una forma absolutamente nueva de proyectar, condicionada por los materiales locales, el clima, la vida al aire libre y el concepto de privacidad.
Hoy, sin embargo, este inigualable patrimonio se encuentra en peligro por la falta de protección y la creciente especulación urbanística. Ante tal amenaza, intelectuales marroquíes sensibilizados con el problema y organizaciones para la salvaguarda arquitectónica, como la Casamémoire, han movido ficha con los representantes de la Unesco con el fin de obtener el merecido título de patrimonio de la humanidad. De momento, las cartas están echadas, y las posibilidades son importantes. Pero para ello es necesario primeramente el reconocimiento y la protección nacionales.
En 1912, tras la firma del tratado del protectorado, el general Lyautey convence al Gobierno francés para la creación de un gran puerto en Casablanca. Tras convertirse en el mayor de África, comienzan a llegar franceses, españoles, italianos, fasis (naturales de Fez) y judíos provenientes de todo el Magreb. La presencia de estos últimos es todavía significativa en el centro, como lo atestiguan los numerosos balcones que aparecen escrupulosamente pintados por la Pascua judía en medio de fachadas a menudo descoloridas.
Es entonces, ante su creciente carácter de ciudad del Far West, como les gusta llamarla a los nativos, cuando Lyautey decide poner orden nombrando al gran urbanista Henri Prost director del servicio especial de arquitectura. Comienzan los ensanches, las grandes avenidas, los parques y los primeros experimentos constructivos. Si ciertos arquitectos y urbanistas de la época, como el propio Prost y Albert Laprade, eran reconocidos en aquel entonces, otros, como Delaporte, Grel y Edmond Brion, iniciaron aquí su aventura constructiva.
Abundante luz
Puede que el más notable fuese el caso de Marius Boyer, un perfecto desconocido hasta la fecha, que se reveló como uno de los más brillantes creadores de los años treinta. Fue un revolucionario del concepto de habitabilidad. Hizo suyas las teorías higienistas, aportó intimidad mediante el aislamiento espacial, y dotó a sus edificios de abundante luz y ventilación. Fue también uno de los primeros creadores de garajes, amplios cuartos de baño, y grandes patios y huecos orientados hacia la calle en lugar de hacia el interior. Una solución radicalmente innovadora no solamente en el contexto islámico, sino internacional.
A él se deben algunos de los principales edificios racionalistas del centro, como el inmueble Levy Bendayan, el Assayag o la sede del BCM. Excepcionales, tanto por sus soluciones espaciales como por sus formas rompedoras. Pero también pertenecen a Boyer algunos de los más emblemáticos ejemplos de la llamada arquitectura oficial, sabio y sorprendente maridaje entre el art déco y el arte árabe; entre ellos, la Wilaya (sede del Gobierno).
El segundo periodo dorado de Casablanca sobreviene en los años cuarenta y cincuenta con la llegada del urbanista francés Ecochard, imbuido de los principios surgidos en la Carta de Atenas, redactada por el propio Le Corbusier con ocasión del Congreso Internacional de Arquitectura Moderna. Sus proyectos de vivienda social están repletos de referencias igualitarias y funcionalistas, y crean escuela entre los arquitectos contemporáneos marroquíes. De aquella época datan edificios de gran pureza y ligereza formal, como el inmueble Libertad, de Leonard Morandi, o el BMCI, de Courtois.
Pese a la destrucción de numerosas construcciones como el teatro Vox, el teatro municipal y el hotel Lincoln -a punto de derrumbarse sobre los paseantes frente al atractivo mercado central (y, paradójicamente, el único protegido)-, hoy siguen en pie abundantes chalés privados, bloques de apartamentos, hoteles, naves industriales y sedes administrativas. Lejos del deterioro estructural, a menudo solamente necesitan una capa de pintura y buenas dosis de mantenimiento. Están llenos de vida y de utilidad, y forman un conjunto único, merecedor de reconocimiento y apoyo.
GUÍA PRÁCTICA
- Habitantes: 3,5 millones. - Prefijo telefónico: 00 212 22. - Iberia (902 400 500) vuela a Casablanca, desde Madrid, hasta el 1 de septiembre, por 327,53 euros.
- Excelsior (20 02 63). El Amraoui Brahim, 2. La doble, 33 euros. - Guynemer (27 57 64). Mohamed Belloul, 2. En pleno centro, art déco reformado. La doble, 34,27 euros. - Riad Salam (39 13 13). Bulevar de la Corniche, Ain Diab. Frente al mar. La doble, 180 euros.
- Restaurante del Puerto (31 85 61). Puerto pesquero. Unos 12 euros. - Al Mounia (22 26 69). Prince Moulay Abdellah, 95. Unos 12 euros. - Société Nautique. Puerto de recreo. Chiringuito de pescado frecuentado por artistas. Unos 9.
- Casamémoire (23 28 37). Visitas especializadas en francés, 48 euros. - Principales edificios art déco: Socco: bulevar de Mohamed V, s/n. Bennaroch: plaza del Dieciséis de Noviembre. Edificios oficiales: Wilaya: plaza de Mohamed V. Palacio de Justicia: plaza de Mohamed V. Edificios racionalistas: Levy Bendayan: bulevar Onze de Janvier con Ferhat Hachad. BCM: Idriss Lqhrizi, esquina Tahar Sebti. Años cincuenta: BMCI: plaza de las Naciones Unidas. Edificio Libertad: plaza de Lemaigre-Dubreuil.
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