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Columna
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Virtudes cívicas

Le han ofrecido un homenaje al profesor Francisco Moreno Sáez, del que muchas personas nos hemos alegrado sinceramente. Se jubilaba Paco Moreno de su cátedra de Griego en el instituto Virgen del Remedio y sus alumnos y compañeros de claustro han querido despedirle con el punto de solemnidad acostumbrado en estas ocasiones.

Ha sorprendido, sin embargo, el número de amigos y conocidos que se han sumado al acto, hasta convertirlo en un reconocimiento público al homenajeado. He hablado de sorpresa, y advierto que esta no es la palabra adecuada. Quienes conozcan el proceder de Francisco Moreno, no se extrañarán de la simpatía y la consideración que despierta entre las más variadas personas. Este homenaje tan concurrido es, sin duda, prueba de ello.

¿Por qué suscita Moreno Sáez tal estimación pública? Cuando se repasa su trayectoria, se aprecia que no ha podido ser más discreta. Moreno nunca ha ocupado el primer plano de la actualidad. No ha estado vinculado a los negocios económicos, ni a los deportes, ni a las Hogueras o a ninguna de esas actuaciones que suelen darse en una ciudad y que tanta fama procuran a sus actores. Ni siquiera, pese a estar permanentemente ligado a la política, ha ocupado jamás un lugar relevante en ella. En cambio, ha sido un trabajador infatigable en la enseñanza, en la cultura, en la investigación, defendiendo sus ideas con honestidad y entereza.

A lo largo de los últimos cuarenta años -que debe ser, más o menos, el tiempo que le conozco-, lo recuerdo atareado siempre en uno u otro asunto. Cuando Alicante es la provincia a la que apenas llega algún cine de calidad, Moreno pondrá en marcha el cineclub Chaplin, y allí veremos a Rosellini, a Truffaut o al ruso Eisenstein.

Cuando la grisura del franquismo ahogue la ciudad, fundará, con otras personas, el club de Amigos de la Unesco, un foro de discusión y aprendizaje durante la dictadura. Más adelante, vendrán los años espléndidos del Aula de Cultura de la Caja de Ahorros del Mediterráneo.

En todo momento, continuará con su trabajo en la enseñanza, dejando allá por donde pasa una gratísima impresión.

En el homenaje que le ofrecieron sus compañeros y amigos, el profesor Emilio La Parra destacó su calidad de ciudadano. Es una apreciación justa, exacta. Francisco Moreno se ha distinguido por ser un ciudadano respetuoso con sus deberes y exigente con sus derechos, que ha defendido públicamente cuando lo ha considerado necesario.

No es habitual este proceder en nuestros días. En unos tiempos en los que nuestros gobernantes anhelan convertirnos en súbditos, conductas como las de Francisco Moreno Sáez nos obligan a reflexionar sobre la ciudadanía.

Por eso, su homenaje no fue únicamente una expresión de agradecimiento hacia su persona, sino que muchos vimos en él una llamada de atención a nuestras conciencias.

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