_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Dos huelgas generales, al menos...

En razón de querer conocer hechos que usualmente estudio sobre el terreno, me dediqué a recorrer todo el Eixample barcelonés y parte del Vallès entre las 7.30 y las 14.00 del día 20-J. El tráfico era ostensiblemente menor que en un domingo, los establecimientos abiertos eran muchos bares, pequeños restaurantes y panaderías, bastantes de ellos con la persiana entrebajada y un par de clientes apenas en la barra. Los escasos establecimientos de otro tipo abiertos tampoco tenían mucha clientela. El resto, todo cerrado.

Sólo había una excepción: un gran almacén de la plaza de Catalunya de Barcelona ante el cual había muchas personas de piquete y bastante policía. Pero a las 13.00 horas ese gran almacén había cerrado. A las 15.00 horas una conocida cadena televisiva dijo lo siguiente sobre Barcelona: 'En el centro de la ciudad la mayoría de los establecimientos están abiertos, entre ellos el Gran X [el mismo al que me refiero], siendo el tráfico el de un sábado por la mañana'.

También participé en la manifestación de las 18.00 en el paseo de Gràcia. Sé contar estas cosas y la multitud congregada superaba bien las 400.000 personas. La Delegación del Gobierno en Cataluña dio la cifra de 15.000. También señaló un seguimiento de la huelga del 19% frente al 84% indicado por los sindicatos. Se pueden hacer muchas consideraciones en torno a lo que acabo de describir, pero voy a limitarme a dos de gran relieve en Cataluña. La primera consideración es que se sabe que los grandes acontecimientos sociales hoy son reales en una doble dimensión: la de los hechos materiales y la mediática. Los actos terroristas, las mismas guerras, el hambre, los desastres naturales, lo son mucho más porque los vemos en televisión. Pero por lo visto hay quien cree que la segunda dimensión puede sustituir, cambiar y hasta anular la primera.

Los más de 1,5 millones de personas que hicieron huelga en Cataluña -y otros tantos si contamos sus familias- saben perfectamente que no trabajaron ese día. Los más de 400.000 que fueron a la manifestación -quizá hasta un millón contando sus familias y sus amigos- saben el día siguiente que los participantes en ese acto eran muchos más de 15.000. Todos estos millones no pueden menos de pensar que se les está tomando solemnemente el pelo, que se les está tratando de tontos, y por ello es presumible que tengan un considerable enfado.

Lo que ha pasado con la información de la huelga demuestra que el Gobierno tenía decidido antes de los hechos cuál sería la evaluación cuantitativa que haría de la huelga, con un absoluto desprecio por los hechos y las personas. Para empezar, su 19% ¿se refiere a los asalariados, a la población activa (asalariados y no asalariados), a los ciudadanos en edad de votar? Les brindo esta última posibilidad para salvar un poco la cara. Alguien que vive en Barcelona puede llegar a pensar que lo que le dicen de Sevilla, Valencia o Madrid se aproxima a la verdad porque no lo ve. Pero cuando le cuentan lo que supuestamente está pasando debajo de su balcón y constata con sus ojos la voluminosa mentira que le quieren hacer tragar, tiene que concluir que lo mismo tiene que valer para el resto de España y que por tanto le están mintiendo en toda la línea. Cuando a quien gobierna no le basta con trucar o manipular, sino que miente tan descaradamente es que está nervioso y en posición débil, exactamente igual que pasa en la vida privada de las personas.

Por tanto, estamos ante un Gobierno que ha entrado en crisis, aunque siga rodeado de fastos. La segunda consideración es que un evento de tal envergadura como la huelga general del 20 de junio necesariamente va a cambiar cosas. Algunos medios de comunicación corren el riesgo cierto de perder audiencia, porque a la gente no le gusta que le tomen el pelo, ni a cambio de grandes Operaciones..., a menos que en el próximo futuro no dediquen un cierto esfuerzo al respeto de los hechos objetivos. (Al respecto, olé por los informativos de TV-3 y por alguna cadena de radio privada cuyo nombre no menciono porque no se crea que estoy haciendo publicidad).

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

El Gobierno de la Generalitat ya se ha desmarcado del PP en su evaluación de la huelga, pero tendrá que hacerlo en la poshuelga si quiere ser creíble, presionando para corregir la ley. Esto puede costarle algún disgusto en el Gobierno de Cataluña.

Creo que los sindicatos han obtenido, al menos en Cataluña, más de lo que esperaban. Pero visto lo visto, queda todo por hacer. Es decir, estarán obligados a defender a los despedidos y a los parados oficina del Inem por oficina, empresa por empresa y sector por sector. ¿Dónde? Quizá en la próxima negociación de convenios, visto que la patronal también se pone los anteojos del Gobierno para observar las huelgas.

Los socialistas y la izquierda en general se pueden beneficiar de la torpeza política del actual Ejecutivo, pero sin olvidar que la gente tiene memoria y recuerda que después de la huelga general de 1994 el decreto de entonces siguió impoluto su curso. Quizá quien más debería tomar nota tendría que ser el propio Gobierno, puesto que hay otro evento en el que no resulta fácil presionar ni manipular a estas alturas, que son los votos que el ciudadano introduce en la urna. La huelga general que han vivido muchos ciudadanos es un hecho importante no sólo en lo laboral, sino también en lo político y en lo moral. No se puede olvidar que se ha producido, ni intentar llevar a cabo un lavado de memoria colectivo. Eso sencillamente es inmoral porque lo más importante de todo es que había muchísima gente convencida de hacer huelga. Tanta que hasta los establecimientos que abrieron se encontraron con la amarga sorpresa de poder vender muy poco. La gente que hace una huelga general, que pierde su salario, no recibe de buen grado que se le ningunee. Los que han hecho esta huelga general van a querer que su actuación, que ha sido costosa, se tenga en cuenta. Estos son los de la huelga general que todo mundo ha visto. Luego está la otra huelga, que sólo ha sido observada por el Gobierno y ciertos medios de comunicación. ¿No será que tienen los mismos ojeadores? ¿Habrá alguien que haya visto una tercera huelga general?

Fausto Miguélez es decano de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología en la UAB.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_