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LA CRÓNICA
Columna
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Top mafia

Cumplido algo más de un mes, ya se puede decir que el décimo aniversario del asesinato de Giovanni Falcone ha pasado absolutamente desapercibido entre nosotros, igual que ocurrirá con el de su colega Paolo Borsellino, el próximo 21 de julio: las hemerotecas registran movimiento cero. Tampoco sería tan extraño si no fuese que el juez Falcone, que perdió la vida en el atentado más aparatoso de la historia de la mafia (la trilita, como se aprecia en la foto, abrió un boquete en la autopista Palermo-Punta Ràisi que ocupaba los cuatro carriles), representaba para la delincuencia internacional algo parecido a lo que ahora Baltasar Garzón: él fue quien, en estrecha colaboración con el citado Borsellino, obtuvo extensas confesiones de los cada vez más numerosos arrepentidos que llevaron a la cárcel a un gran número de capos mafiosos, empezando por el grande boss, Totò Riina. En Italia, aquel 23 de mayo de 1992 (en el mismo atentado perecieron la esposa de Falcone y los cinco policías de su escolta) marca un antes y un después en la lucha contra el crimen organizado, ya que lo que hasta entonces había sido un susurro se convirtió en un clamor en voz alta: la acusación al ex presidente y jefe de la Democracia Cristiana, Giulio Andreotti, de ser el responsable principal de la supervivencia de la mafia contemporánea. La biografía del propio Riina a cargo del periodista Pino Buongiorno, por ejemplo, lo delata sin lugar a dudas y con profusión de testimonios.

En Italia está prohibido adquirir este disco, cuyas letras explican el código de honor de los mafiosos

Sin embargo, eso no significa que la mafia se haya extinguido. El octagenario Andreotti, por supuesto, sigue negando obstinadamente las apabullantes pruebas contra él, y el Tribunal Supremo acaba de anular 13 condenas impuestas tras el atentado a otros tantos miembros de Cosa Nostra porque no participaron directamente en las reuniones donde se decidió la macabra sentencia de muerte. Por otra parte, y ahora llegamos a lo que nos concierne, como en Italia está penada la propagación de ideología mafiosa, no se puede adquirir el primer disco que recoge canciones sobre la historia y los métodos de la organización, oportunamente titulado Il canto di malavita. Lo editó el año pasado una discográfica alemana, PIAS, y ahora se puede comprar legalmente también en Francia y en España. El contenido es espeluznante. Se trata de 24 composiciones sobre música tradicional (la mayoría tarantelas) que hablan tanto de la creación de la 'ndrangheta, la mafia calabresa, como del código de honor que rige entre sus miembros, cuya máxima expresión es esa omertà (ley del silencio) que todavía impera. Cu sgarra paga, por ejemplo, ya lo dice todo: 'quien se va de la lengua lo paga' (con la vida, por supuesto); Sangu chiama sangu es un alegato a favor del ojo por ojo; I cunfirenti, una invitación a eliminar sin miramientos a los chivatos; Ergastulanu o Canto di carceratu recrean otro tema clásico, el del honor del preso, que prefiere ser condenado a tres años de cárcel antes que convertirse en delator. Y así invariablemente, incuidos seis breves diálogos reproduciendo los avisos y amenazas de rigor al futuro ajusticiado.

Músicalmente, Il canto di malavita es una producción excelente, incluso emocionante, una perla del folclor del sur de Italia. De hecho, en una primera audición la sensación que se tiene es la misma que cuando escuchábamos a los Beatles: nos encantaba la música, y como no entendíamos la letra... Aunque en este caso el ámbito geográfico corresponde a la región de Calabria (Francesco Sbano, el fotógrafo que las seleccionó de entre un total de centenar y medio, es un calabrés emigrado a Hamburgo, de ahí lo de la discográfica alemana), la tradición del canto di carcerato es común a todos los territorios meridionales donde está implantada la que sus miembros llaman 'onorata società', ya sea 'ndrangheta, mafia o camorra. De hecho, prácticamente la única variación es el dialecto en que se escriben las letras (calabrés, siciliano y napolitano, respectivamente). Del mismo modo que este disco, y anteriores grabaciones en casete, se venden a porrillo en tenderetes clandestinos de todo Calabria, los temas sobre los héroes de la camorra copan los mercadillos de Nápoles, con títulos tan explícitos como 'O fuorilegge o Per legittima difesa. Incluso hace seis o siete años el tema Nu latitante, que narra melodramáticamente el dolor de un mafioso en situación de busca y captura por no poder visitar a su familia en Navidad, fue un auténtico hit en los barrios más populares de la ciudad.

Sbano sabía de antemano que esta grabación iba a levantar ampollas, como efectivamente ocurrió en Italia, y también en Alemania. Ante la acusación de promover los valores mafiosos y la falta de respeto hacia la vida humana, Sbano explica que el disco compacto 'lleva una introducción precisamente para situar el contexto histórico', y destaca además que las grabaciones no son actuales sino de los años sesenta, 'lo que resalta el carácter arcaico de los textos'. 'Confundir un documento significativo de la historia y la cultura del sur de Italia con una apología de la malavita no puede ser más que un error interesado', añade.

Error o no, lo cierto es que todo lo que tiene que ver con la mafia resulta conflictivo, como bien sabe Ciccio Scarpelli, alias Fred Scotti, acordeonista al servicio de la organización que terminó en el cementerio ('liquidado por mano cruel', según reza la lápida) por fijarse demasiado en la mujer de un capo. O sea que quien piense denunciar este disco a las autoridades, ya sabe lo que le espera: 'Que mal terminan los chivatos, / que van y largan a escondidas. / Creen que nunca se va a saber / y ni siquiera la ley les protegerá. / La malavita no se fía de ellos / y no les quita ojo de encima. / Empastados en cemento y emparedados: / así terminarán estos cabrones'.

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