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OPINIÓN DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Del Teatro Real

Soy uno de los muchos sufridos abonados del Teatro Real que, desde 1997, disfrutaba de un 'abono mixto': ópera, zarzuela, ballet y conciertos líricos en el mismo abono. La oferta inicial fue menguando año tras año, hasta quedar reducida a cuatro: tan sólo tres óperas y un ballet, que componen el nuevo abono para la temporada 2002-2003, rebautizado con toda propiedad como 'abono reducido'. Esto nos fue comunicado con carta del propio Teatro Real, sin fecha, firmada por Inés Argüelles Salaverría, gerente, y recibida a lo largo de la primera quincena de junio.

Dicha carta es una joya de ambigüedad y confusión, y todo porque en ella no se atreven a llamar al pan pan y al vino vino, pues quedaría de manifiesto el burdo manejo de que hemos sido objeto, a saber: se nos despoja de nuestros derechos de abonados, debiendo solicitar un nuevo 'abono reducido' a partir del 19-6-02, fecha en que, según la carta, 'se abre el plazo para la reubicación de su abono', la cual se llevará a cabo 'por orden de llegada a las taquillas o de llamada al servicio telefónico de Caja Madrid, entre todos los abonados mixtos de la temporada 2001-2002'. O sea, vuelta a empezar: si te he visto, no me acuerdo.

Pues bien, naturalmente el día 19 ya había cola en las taquillas a las siete de la mañana (no abren hasta las diez); la venta telefónica de Caja Madrid comunicaba sin cesar. Como si no hubiera Internet. Pero lo más indignante es que, cuando abrieron las taquillas, aparecieron nutridas listas de personas que iban siendo convocadas a golpe de móvil y tenían preferencia sobre los que, pacientemente, soportábamos la cola. Así obtuvieron sus abonos varios centenares de 'afortunados' que coparon las mejores localidades, dejando para el resto de los mortales las sobras.

La situación -horas de espera sin avanzar un solo metro- degeneró en altercados que no pasaron a mayores por la oportuna presencia de la policía, que, a eso del mediodía, se vio llamada a poner orden, y la cola, que daba más de una vuelta al teatro, comenzó a fluir lentamente. A las ocho de la tarde, hora oficial de cierre de taquillas, aún quedábamos en la cola algo menos de cien personas. Pues bien, en un derrame de generosidad, sólo comprensible en vísperas como estábamos de una huelga general, los exquisitos y bien trajeados responsables del Real cortaron por lo sano, dejando pasar a unas setenta personas, y al resto, 'con la puerta en las narices'.

El día siguiente, 20 de junio, tras insistir, a las tres de la tarde entró por fin mi llamada al servicio de venta telefónica. Una espera en línea de casi veinte minutos y la operadora sólo pudo ofrecerme las mismas localidades que tenía en el paraíso, pero tres filas más arriba. En el siglo XXI, con Internet, fibra óptica y satélites, los que aún amamos la música en vivo no nos merecemos esto.

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