'La radio se ha puesto muy trascendente'
Andreu Buenafuente (Reus, Tarragona, 1965), polifacético e innovador productor y presentador, lleva a sus espaldas 20 años de radio, 300 programas de televisión y 300.000 ejemplares vendidos de su libro de monólogos. Con fama de transgresor -'no es una pose, sino una manera de vivir'-, se autodefine activista, humorístico, charnego, fumador, inquieto, intuitivo, y confiesa estar siempre a la espera de una buena idea. Algunas (El Terrat, La Cosa Nostra y Malalts de tele) le han reportado ya tres Premios Ondas. Este verano estrena en la SER La isla de los mosquitos, un programa 'de autor', amasado por cinco guionistas y con una producción tan compleja como la de un cortometraje.
Pregunta. ¿Cómo es La isla de los mosquitos?
Respuesta. Es un musical-ficción que parte de una premisa: soy un náufrago que llega a una isla con 500 discos y con la emisora del barco consigue contactar con una cadena de radio, que es la SER. Es la excusa para que a un tío solitario le dé por reflexionar entre canción y canción con un tono humorístico.
P. ¿Deja en tierra a sus vecinos de El Terrat?
R. Por esta vez sí. Cojo un barco y naufrago, lo cual es un poco alegórico. Pero está bien, porque esta situación me permite un distanciamiento de la realidad y poder ironizar sobre ella con mucha más ligereza. Es un programa con un planteamiento modesto, aunque de elaboración complicada. No va a revolucionar la radio, pero sí la complementará. Es una vuelta a los orígenes del medio. Cuando yo era pequeño, en la radio ponían música. Ahora eso se ha perdido.
P. ¿Pasar de Radio Barcelona al circuito nacional le obliga a cambiar el chip?
R. Un poco sí. Los que hacemos humor sabemos que la técnica es la misma: hay que hacer un buen guión, intentar que el programa enganche con el oyente. Y eso lo hacemos cada día. La audiencia nunca ha afectado a nuestro trabajo. Hacemos igual un programa para 20 personas que para tres millones. Eres tú y el micrófono.
P. ¿Cree que el humor es un género escaso en la radio?
R. Quizá sí. Aunque es paradójico. En Cataluña hay saturación, pero en el conjunto de España, no. Nuestro humor es muy marcado, se trata de un programa de ironía con música, desengrasante y para el verano. Se emitirá a las diez de la noche, cuando ya no puedes arreglar nada.
P. ¿Los catalanes aceptan mejor el humor?
R. No creo. En Cataluña, las radios y las televisiones han apostado firmemente por productos humorísticos, pero es una cuestión simplemente de mercado. La radio se ha puesto muy seria desde hace muchísimos años, muy informativa y trascendente. Me gusta más la radio imperfecta, no tan cuadriculada. A la radio le falta un poco de cintura; hay que expresar cosas más mundanas. Está muy maximalista. Desde el otro lado del receptor se ven muy bien los colores. Da un poco de grima ver cómo cada cadena contó la huelga de una manera. Como oyente me parece incluso una estafa. La mejor radio que conozco es la SER. Lo digo sin ningún problema; es la mía, y me he ido de ella, y he vuelto.
P. En televisión tiene también por costumbre entrar y salir.
R. Sí, y siempre sin hacer mucho ruido. Hay que hacer los productos que a uno le gustan y que pueda hacer mesurando su duración. Cuando se acaba el producto te vas. Yo no me quedo ahí haciendo un concurso.
P. ¿Eso pasó con La Cosa Nostra?
R. Aquello fue un drama. Lo dejamos en pleno éxito. La salud era lo primero. En otoño regresamos a TV-3. Si no funciona, volveremos a la radio. Si el ejemplo es políticamente correcto: la radio es nuestra esposa y la tele nuestra amante.
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