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Reportaje:ANÁLISIS

PP-CiU: eternos problemas de pareja

Un surfista de la política'. Ésa fue la definición que el presidente del PNV, Xabier Arzalluz, hizo de Jordi Pujol cuando Convergència i Unió decidió hace unas semanas, en el trámite del Congreso, votar la enmienda a la totalidad a la Ley de Partidos presentada por los nacionalistas vascos al tiempo que pactaba las enmiendas parciales con el PP para dar su sí al proyecto propiciado por el Gobierno central. Y es que Pujol es el político de la transición que lleva más tiempo en el poder (23 años) y ha mantenido el equilibrio sobre olas de todos los tamaños. El presidente de la Generalitat ha sabido aprovechar la pequeña plancha de CiU para subirse incluso a tsunamis -olas de más de 50 metros- sin verse engullido. Ahora, Pujol tiene ocasión de volver a mostrar sus dotes en un mar embravecido. El Partido Popular ha abierto un periodo de reflexión para decidir si continúa brindando su apoyo al Gabinete minoritario de CiU en Cataluña. El motivo es el monumental enfado del partido del Gobierno central por la actitud de CiU durante la huelga general del pasado 20-J. Amenazan con retirar su apoyo a los convergentes según cual sea la actitud de éstos en el debate sobre el Estado de la Nación del mes de julio.

El miércoles, el PP hizo perder seis votaciones a CiU; así expresaba su enfado por las infidelidades de los nacionalistas catalanes el pasado 20-J
Duran Lleida: 'Todo lo que debilite a CiU ayuda a la otra parte; porque el próximo presidente no será del PP, sino que será Maragall o Mas'

Los populares acusan a los nacionalistas de Pujol de 'jalear' la huelga. CiU pidió diálogo, y su Administración fue de las pocas de España capaces de pactar servicios mínimos con los sindicatos durante el 20-J. Los nacionalistas mantuvieron una calculada equidistancia. Era la manera más tímida de que su electorado y militancia expresaran su rechazo a las formas del Gobierno central, que, a juicio de algunos cuadros dirigentes de CiU, acumula despropósitos cuando, por boca de su máxima autoridad, califica de 'perversión moral' la pastoral de los obispos vascos.

En este clima de desencuentro, el pasado miércoles el PP hizo perder seis votaciones a CiU en la Cámara catalana. El asunto era intrascendente, pero de esta manera los populares exteriorizaban su enfado por el estado en que se halla una relación salpicada de infidelidades -más de palabra que de obra-, pero en la que ambas partes están condenadas a entenderse. La docena de escaños que el PP tiene en la Cámara catalana no son baladíes. Sumados con los de CiU llegan a 68 frente a los 67 de la izquierda: socialistas, republicanos y ecosocialistas. Pujol le debe al PP su investidura en 1999, la aprobación desde entonces de los presupuestos y la tranquilidad de poder gobernar sin las molestas comisiones de investigación. CiU necesita del PP para gobernar, y los populares -así lo reconocen- se ven obligados a apuntalar a los nacionalistas si no quieren que en Cataluña ondee la bandera del enemigo político directo: los socialistas. El secretario general de Convergència i Unió, Josep Antoni Duran Lleida, lo ha expresado así de claro: 'Todo lo que ayude a debilitar a CiU está ayudando a la otra parte; porque el próximo presidente de la Generalitat no será del PP, sino que será Maragall o Mas'.

Y tal como están ahora las cosas, a CiU le interesa agotar la legislatura. La encuesta realizada esta semana por el PSC (40%-41%) da ocho puntos de ventaja a los socialistas con respecto a los nacionalistas (31,5%-32,5%) de celebrarse ahora las elecciones. Maragall obtiene el 31,4% de las preferencias como presidente de la Generalitat, mientras que Artur Mas se sitúa en un modesto 18,4%. Por contra, en otro sondeo realizado por encargo de CiU el pasado mes de abril, el líder socialista catalán obtenía el 34,4% de los votos frente al 33,1% del convergente, y en cuanto a partidos, la federación nacionalista (36%) superaba al PSC (35%). Sea como fuere, CiU prefiere agotar la legislatura: tiene que hacer crecer a su candidato y propiciar el desgaste de Maragall. 'Pujol quiere dejarlo todo atado, agotar su mandato; evitar que, como en el caso Kohl, surjan problemas, y en este sentido ha considerado modélico el relevo de Yeltsin por Putin', asegura un dirigente de CiU.

La situación a la que se enfrentan los nacionalistas es que, al tiempo que deben hacer lo posible para agotar la legislatura -que concluye a finales del año próximo- y para intentar cambiar la preferencia de fondo del electorado por Maragall, han de distanciarse del PP, de cuyos votos dependen. Los socialistas del PSOE opinan que esa crisis entre CiU y PP es más profunda de lo que juzgan sus compañeros catalanes del PSC, Esquerra Republicana o Iniciativa-Verds, que han calificado en reiteradas ocasiones ese distanciamiento de 'puro teatro', en palabras del primer secretario del PSC, José Montilla. 'Es lógico que desde fuera de Cataluña se observe ese distanciamiento como algo real, quizá por las ganas de seguir viendo en CiU un ex aliado del PSOE que lo puede ser en el futuro', asegura otro dirigente socialista.

Pujol ha sido capaz de convertir la necesidad en virtud y de transmitir la percepción de distancia hacia el PP, el partido español gracias al que gobierna y, al tiempo, el más detestado por las bases convergentes. El líder nacionalista no ha querido dejar nunca aislado al PP en el mapa político catalán, rechazando la propuesta de frente catalanista que le han sugerido parte de su militancia y de la oposición.

El pasado miércoles, en plena crisis del 20-J con el PP, fue capaz de sorprender al auditorio en el Parlament diciendo que, de ser necesario, convocarían elecciones. Y lo hizo con el estribillo del We shall not be moved (No nos moverán). 'No nos moverán de nuestros principios', espetó Pujol. La letra no era quizá de todo indicada tras una huelga general: se trata de un canto espiritual negro que en los años treinta revitalizaron los sindicatos norteamericanos como canción de lucha.

Juntos cuando importa

EN 48 OCASIONES desde 1999 y hasta el pasado mes de abril, los votos de Partido Popular y Convergència i Unió han rechazado que el Parlamento catalán investigue: -Conexiones entre la política del juego y su relación con la financiación de CiU (petición de comisión bloqueada cinco veces en la junta de portavoces y rechazada después en el pleno). -Caso Pallerols, de supuesta financiación ilegal de Unió (requerimiento de comisión rechazado en 21 ocasiones). -Caso Turismo, sobre irregularidades cometidas en el Consorcio de Turismo (petición bloqueada en tres ocasiones en la junta de portavoces y rechazada en el pleno). -Caso Olé, de presuntas irregularidades de la Fundación Catalana para la Investigación, por la venta por 200.000 pesetas de un buscador de Internet valorado posteriormente en 3.000 millones de pesetas (CiU y PP han evitado en ocho ocasiones que llegue al pleno del Parlamento catalán). -Descoordinación del Gobierno catalán ante la situación creada por las nevadas del pasado mes de diciembre (petición rechazada en cuatro ocasiones). -Investigación sobre una patronal del Baix Llobregat por gestión de fondos de empleo (en cuatro ocasiones se ha evitado que la petición de comisión llegase al pleno). -Caso Lear, de presunta connivencia de altos cargos del Gobierno catalán y personas vinculadas con la Administración autonómica con el cierre de la planta industrial de Cervera, en ambos casos relacionados dos hijos de Jordi Pujol (requerimiento rechazado en una ocasión). Convergència i Unió ha dado su apoyo al Partido Popular en grandes asuntos: presupuestos, Ley de Ordenación Universitaria, o en el controvertido Plan Hidrológico Nacional, que sin el voto de los nacionalistas catalanes difícilmente hubiera adquirido la legitimidad para ser aprobado.

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