Llega la revolución Barriola
El campeón propina a Beloki el segundo triunfo más abultado en la historia del Manomanista
La pelota actual no es cosa de dos. Beloki y Eugi; Eugi y Beloki. No había sitio para terceros en las finales de los últimos años del campeonato Manomanista. Sin embargo, de repente, ha llegado la revolución. Se llama Abel Barriola. Por supuesto, también es navarro. Llega de Leitza y sólo tiene 24 años y un futuro prometedor en la pelota a mano. Ayer entró por la puerta grande. Infligió al hombre más laureado de la actualidad, a Rubén Beloki, el tetracampeón, un resultado de escándalo: 22-3. Sólo una vez, en 1963, se había conocido una paliza semejante. Se la propinó Ariño a Azkarate (22-2).
Nadie lo sospechaba. Sí, Barriola llegaba con un currículo muy aseado, como campeón del Cuatro y Medio. Pero aquí, en el Manomanista, la habilidad cede paso a la fuerza, y en eso Beloki suele comportarse como una apisonadora. Sólo había una duda: su mano derecha. Le había dado complicaciones y por eso se aplazó la final un mes y cuatro días. Pero él aseguraba estar en condiciones, lo cual da aún un mayor mérito a Barriola.
Sobre la pista, la diferencia fue abismal. No sólo falló la mano derecha de Beloki. También la izquierda, y sus piernas, que no llegaron siempre a tiempo. Y su cabeza, descorazonado desde los primeros pelotazos. Un argumento más para quienes hablan de su fragilidad ante las adversidades. Beloki, como siempre, salió impaciente por ganar cuanto antes. Sólo que de la impaciencia a la impericia puede haber un estrecho margen. El campeón de Burlada, de 27 años, difícilmente tendrá una tarde peor que la de ayer. Sólo sumó tres tantos y lo peor es que ninguno de ellos por méritos propios, sino por fallos ajenos.
Barriola lo hizo todo. Empezó por restar perfectamente a Beloki en las poquísimas veces en que éste sacó. Y sin saque, Beloki es menos Beloki. Mientras hubo partido, en los primeros tantos, el joven aspirante se afanó por sentirse dominador. Salió al ataque desaforadamente. Siendo tanto Beloki como Barriola grandes pegadores, el partido podía convertirse en un intercambio de pelotazos y acabar los dos tocando la espalda con el rebote. Pero allí vivió solo Beloki, arrinconado y sin defensas, sin su habitual pegada. Se vio a un Beloki débil, flojo en los golpeos, abrumado por el empuje del chaval y superado por la maldición del rojo, que ha permitido la casualidad de que en los últimos años, cuando los campeones defienden su txapela, los aspirantes, vestidos de azul, lleguen con más fuerza. Todo un misterio.
A Barriola fuerzas le sobraban, pero no quiso ofrecer un partido monotemático. En cuanto se sintió con confianza en el frontón, empezó a desplegar su repertorio. Lo tiene bien aprendido. Tiene una habilidad especial para las dejadas. Todas las que intentó propiciaron tantos ganadores. También recurrió a las dos paredes para rematar a Beloki. Y, cómo no, el recurso más rápido para ganar partidos: el saque. Con su golpeo bajo y envenenado consiguió siete tantos y mandó a Beloki por los suelos. Pura metáfora del maltrato al que le sometió Barriola, un campeón presente y con futuro.
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