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Mundial 2002 | España vuelve a caer en los cuartos de final

Raúl sí quiso jugar

El delantero asumió el riesgo de una lesión, pero Camacho le reservó pensando en la semifinal

Diego Torres

La Copa del Mundo comenzó para España con un roce entre Raúl y el preparador físico de la selección, Carlos Lorenzana, y terminó con otro entre Raúl y José Antonio Camacho, el técnico. Raúl quiso jugar el partido de ayer. Quiso arriesgarse y saltar al campo a pesar de tener la pierna derecha medio lastimada. Pero Camacho no creyó necesario hacer semejante sacrificio para resolver un encuentro que afrontó con optimismo. Sus futbolistas y él hablaron el viernes como si jugar las semifinales y la final ya fuese un hecho. 'Seguimos a todas las selecciones, pero especialmente a Brasil, porque nos la vamos a encontrar en la final', aseguró Morientes. Nada de eso sucedió. Muy a su pesar, Raúl fue relegado al banquillo contra Corea del Sur por un Camacho cauto que optó por hacer planes para un futuro que ya no existe.

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Raúl no jugó ayer ni jugará más partidos en este Mundial. Se marchó del estadio negándose a decir una palabra. Cargando su bolso con la equipación, rápido y forzando una sonrisa para disimular su inmensa contrariedad. Terminó el torneo con cuatro encuentros disputados, 216 minutos y tres goles. Un balance bastante pobre para un futbolista que quería hacer de esta Copa su lanzamiento definitivo hacia la obtención del Balón de Oro, el premio que entrega la revista France Football y que es considerado el reconocimiento internacional más prestigioso a la carrera de un futbolista.

El primero en salir al césped del estadio desde el túnel de los vestuarios, ayer, fue Raúl. Con el peto amarillo de los suplentes, patizambo y cabizbajo, buscó su lugar en el banquillo con la lentitud del resignado en medio del fragor de las gradas. El público esperaba la aparición de las selecciones, los himnos, la ceremonia de presentación... El partido más importante para España, la posibilidad histórica de pasar a las semifinales por primera vez en la fase final de un Mundial, estaba por decidirse. Era un momento largamente esperado por el delantero madridista, pero, en el último momento, había visto cómo Camacho se negaba a dejarle jugar por miedo a perderle para unas supuestas semifinales. El duelo contra Corea se antojaba asequible. Había cierta confianza en los jugadores y en el propio seleccionador, que se había permitido el lujo de reservar a Raúl, precisamente el hombre al que había encomendado abiertamente la misión de 'tirar del carro de España'.

'Él me ha dicho que quiere jugar', dijo el médico del equipo, Genaro Borrás, el viernes; 'no está al ciento por ciento, pero se puede arriesgar. Estamos en los cuartos de final de un Mundial'. Raúl, Borrás, el fisioterapeuta Pedro Chueca..., trabajaron para forzar el aductor derecho del delantero, lesionado durante el partido contra Irlanda el domingo pasado. Lo intentaron hasta el último momento. El viernes por la noche y el sábado por la mañana, Raúl se puso en manos de Chueca, que le tumbó en la camilla y trató su músculo en dos sesiones de masajes y movimientos especiales de recuperación. Pero Camacho, con el equipo formado, no quiso considerar a la estrella y siguió adelante con su plan. Que Raúl le dijera que quería jugar, que podía hacerlo, no fue suficiente argumento. El técnico consideró que no valía la pena poner a un jugador mermado a bregar contra un rival eminentemente físico.

No habría sido la primera vez que Raúl jugara medio lesionado. Dos veces contra el Barcelona y en más de un partido de Copa de Europa con el Madrid, el delantero ha saltado al campo sin haber terminado de recuperarse completamente de microrroturas musculares. La elongación que sufrió en el aductor contra Irlanda le rompió el músculo del muslo derecho en fracciones microscópicas. Pero, como dijo Borrás, 'el aductor es un músculo 'bueno'. Es resistente y Raúl quiso forzarlo. No le dejaron. En cambio, se quedó mirando el partido en la bóveda de metacrilato del banquillo, sentado junto a Albelda y Tristán. O de pie, según las cosas se agravaban en un partido intenso, nervioso y polémico. Según pasaba el tiempo, Raúl veía con desesperación estoica que el partido se perdía y su sueño de ganar un Mundial, de hacer historia al frente de España, se desvanecía.

Atrás quedaban 216 minutos, cuatro partidos y tres goles. Un balance interesante, pero poco reluciente para un futbolista llamado a ser protagonista del mayor espectáculo del fútbol.

Raúl, de pie junto a Albelda y Contreras, anima al equipo desde el banquillo.
Raúl, de pie junto a Albelda y Contreras, anima al equipo desde el banquillo.ASSOCIATED PRESS

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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