De las carísimas máquinas de Satanás
Qué abrumadora la creciente invasión de Madrid por esas máquinas y esos vehículos supercontaminantes (contaminación atmosférica, acústica, espacial, lumínica...) que nos asedian ya por todas partes. Madrid, cada vez más sucio y negro de ruido y humo, lo cual tanto lo incrementan el ruido de esos infernales armatostes y las vaharadas de gasoil quemado que despiden.
Suponiendo, además, un ingente despilfarro del dinero de los exprimidísimos contribuyentes, habida cuenta del altísimo coste de los tan degradantes artilugios: se están pagando millones de pesetas sólo por cualquiera de las máquinas de embestir a la gente que, de modo tan avasallador, han metido por las aceras.
Y, por añadidura, con grandes despilfarros de agua, ahora que hay sequía. Así, el llenar torrencialmente de agua los bordes de las calzadas supone un desperdicio de miles de metros cúbicos de la misma cada día, que para lo que más sirven es para ir a parar a las alcantarillas. Con simples y sencillas mangas de riego (silentes y no contaminantes), utilizadas por las noches, se gastaría muchísima menos agua y quedarían las calles mucho más limpias en la totalidad de sus superficies.
En cuanto a los agresivos centelleos de los satánicos artefactos, que nos deslumbran y dañan la vista por doquier, no están justificados de ninguna manera y debe volverse a su prevista prohibición, sin perjuicio de que los artefactos mismos desaparezcan cuanto antes.
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