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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El sofisma del demócrata calvo

Desde su nacimiento en la Grecia clásica, la palabra democracia viene arrastrando una gran variedad de significados. José Nun clasifica el ambiguo término dentro de la rúbrica de los conceptos con estructura de parecido de familia e inicia su investigación sobre la teoría y la práctica de esa forma de gobierno con el estudio de las dos principales acepciones que se disputan su campo semántico. El aparente dilema -¿Gobierno del pueblo o gobierno de los políticos? es el subtítulo del libro- puede ser rastreado hasta Atenas y Esparta; sin embargo, el escenario temporal por excelencia de esa rivalidad conceptual es la época inaugurada por las revoluciones americana y francesa.

Como subraya Fernando Vallespín en el prólogo al libro, los ensayos de teoría y ciencia política se enfrentan al doble desafío de no resultar aburridos a los legos y de sorprender a los expertos con contribuciones originales; el profesor argentino José Nun -durante muchos años catedrático en la Universidad de Toronto- ha superado con éxito esa doble prueba al 'aportar una sólida argumentación politológica que además se deja leer con deleite'.

DEMOCRACIA. ¿GOBIERNO DEL PUEBLO O GOBIERNO DE LOS POLÍTICOS?

José Nun. Prólogo de Fernando Vallespín Siglo XXI. Madrid, 2002 175 páginas. 11,62 euros

Las ideas de Joseph A. Schumpeter y de Thomas C. Marshall sirven al autor de hilo conductor para estudiar las dos concepciones en disputa. Según Samuelson -discípulo de Schumpeter en Harvard-, las ambiciones juveniles del exiliado profesor se cifraban en ser 'el mejor amante de Viena, el mejor jinete de Europa y el mejor economista del mundo'; Capitalismo, socialismo y democracia le aportaría la gloria añadida de llevar su impronta a los departamentos de ciencia política. La fecha de publicación de la obra -1942- no animaba al optimismo democrático: las victorias militares de Hitler, por un lado, y el ascenso de la izquierda revolucionaria, por otro, habían recluido a los sistemas representativos supervivientes (apenas una docena) dentro de un lazareto sin aparente futuro. Abandonando los enfoques normativos y prescriptivos de la democracia, cuya capacidad para crear expectativas irrealizables contribuyó seguramente al desprestigio de las instituciones parlamentarias durante el periodo de entreguerras, Schumpeter formuló una teoría defensiva y desencantada de esa forma de gobierno como mero procedimiento para elegir a los políticos. A diferencia de sus ideologizados discípulos, el gran economista austriaco no olvidó, sin embargo, que el funcionamiento de las reglas de juego del sistema democrático exigía condiciones sociales previas, autodisciplina de los actores, respeto por la ley y desprecio por los líderes 'fulleros y farsantes'.

La quiebra de la Unión Sovié

tica ampliaría durante la década de los noventa la influencia de la idea según la cual 'las democracias son como deben ser'. Sin embargo, el desarrollo del Estado de bienestar y las políticas redistributivas de la socialdemocracia habían fortalecido en Europa después de la Segunda Guerra Mundial la tradición democrática igualitaria que exige la legitimación sustantiva de los gobernantes. Si la Declaración Universal de Derechos Humanos aprobada por Naciones Unidas en 1948 transformó los ideales democráticos en un programa operativo, las conferencias pronunciadas en Cambridge por Thomas H. Marshall en 1949 sobre la secuencia histórica en Gran Bretraña de los derechos civiles, políticos y sociales construyeron el concepto de ciudadanía.

Los capítulos dedicados por José Nun a la viva historia de la coexistencia competitiva entre las dos ideas-guía de la democracia preparan el terreno a una inquietante reflexión sobre la insuficiencia de las concepciones procedimentalistas para las instituciones representativas en América Latina. Los países europeos vencedores o derrotados en la Segunda Guerra Mundial y las transiciones de la dictadura a la democracia en el sur del continente durante los años setenta no se limitaron a establecer las instituciones y las reglas de juego necesarias para que los ciudadanos elijan a unos gobernantes que luego ejercen el poder en su nombre: también construyeron el Estado de bienestar. Así, José María Maravall ha mostrado cómo las nuevas democracias mediterráneas han duplicado los gastos de protección social de las dictaduras que les precedieron. En contraste, los países latinoamericanos que realizaron la transición a la democracia durante los años ochenta presentan en este terreno resultados desoladores; azotados por la desigualdad, la pobreza y la polarización, han visto incluso agravada su dramática situación.

El sofisma del calvo expuesto por Diógenes Laercio afirma que una persona no llega a la total alopecia mientras conserve un solo pelo en la cabeza. ¿También las democracias de baja intensidad (para utilizar la expresión de Guillermo O'Donnell) seguirán ofreciendo un parecido conceptual de familia con sus distinguidos parientes anglosajones hasta que no pierdan el último rasgo del modelo procedimental de Schumpeter? La exclusión social amenaza con desnaturalizar a las democracias también en Europa: la xenofobia social y el rechazo de los inmigrantes dibuja un panorama preocupante. Sin recurrir a la disyuntiva entre libertades formales y libertades reales derrumbada junto al muro de Berlín, cabría recordar que la democracia no se define sólo por los procedimientos que utiliza, sino también por los valores que defiende.

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