_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El pellejo de la derecha

A Eduardo Zaplana le queda el vía crucis de su muy personal operación triunfo, y la posibilidad de hacer bolos, como Rosa, aunque, por descontado, en las corralas del poder central. Por de pronto, en la estación de la reforma estatutaria ha perdido la mano frente a Zapatero; y mañana Joan Ignasi Pla, si no se pasma, le puede mojar la oreja, al menor descuido. Y no es que Eduardo Zaplana se haya despojado de mañas y encantamientos, sino que ya no tienen la efectividad de antaño: al público apenas le impresiona, después de siete años, el mismo número de prestidigitación. El bostezo es contagioso y alguien está bostezando. A Eduardo Zaplana la incertidumbre de su futuro lo ha franqueado al éxtasis y la paradoja teresianas: Vivo sin vivir en Aznar, y tan alto cargo espero que al Palau cuando no a la Moncloa. Lo cierto es que entre el regreso al útero franquista de Aznar y las desmesuras de un Gobierno genuflexo, la derecha española se ha puesto en su lugar y ha empezado a arrimar estopa. Ya está bien eso de tanto soportar la ficción de un centro intangible. Ahora, van a saber estos quién es España. Y se han puesto a declamar el discurso mazorral de toda la vida. Así, se aclaran las cosas. Así, se crispa el diálogo social. Así, con el recurso del decreto y de la mayoría absoluta, no para la práctica democrática, sino para el ejercicio del mando, se recortan derechos y libertades. Aunque, eso sí, se les ha demudado el gesto y se los comen los nervios, con la convocatoria de la huelga general, por mucho que manipulen las encuestas.

Apenas resulta novedoso que, en medio de estas tensiones, y con los figurantes que se gastan, la necedad impere y se apele a la descalificación y al insulto de envilecida autoría, cuando de exponen opiniones y criterios, desde la sensatez y el rigor. A Víctor García de la Concha pretendieron inútilmente desarbolarlo, por recordar la conocida definición que el diccionario de la RAE nos facilita del valenciano como 'variedad del catalán'. El filólogo agregó que estas cuestiones deben dilucidarse desde el conocimiento científico y no en el banco de los intereses políticos. Después, expresó su confianza 'en el buen sentido de los filólogos' de la Academia Valenciana. Algo tan razonable, levantó las iras del senador del PP por Valencia, Vicente Ferrer, quien, sin duda, está en su derecho de discrepar, pero no de responder con improperios, y de forma desabrida y garbancera decirle a García de la Concha que no es más que 'un listillo de tierra adentro'. De inmediato, los secesionistas nostálgicos de la cachiporra, se apresuraron a hacer pintadas contra los miembros de la Academia nombrados por el PP. ¿Quién no paga traidores? Zaplana se ha limitado, en sus especulaciones místicas, a echarles unas migajas a esas impotentes criaturas de la sinrazón, a cambio de algunos votos. El episodio alcanza su más penosa significación, cuando un hombre presumiblemente ecuánime, prudente y templado por la disciplina de sus investigaciones, como es Santiago Grisolía, inopinadamente, arremete contra el catedrático de filología y presidente de la RAE, alineándose así en el desvarío de unos cuantos irresponsables. ¿Hasta cuándo habremos de soportar en nuestro país espectáculos tan sórdidos y deleznables?

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_