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Tribuna:LA POLÍTICA MONETARIA
Tribuna
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La debilidad del dólar fuerte

Joseph E. Stiglitz

Siempre es arriesgado escribir sobre los tipos de cambio. Aunque el tipo de cambio de una moneda esté cayendo, es muy posible que esté subiendo cuando aparezca el artículo que uno ha escrito. Pero la cuestión de cómo debemos plantearnos los tipos de cambio y su gestión adecuada es eterna.

Por lo tanto, lo que nos interesa aquí no es sólo que el dólar esté cayendo, sino más bien qué piensan hacer al respecto los políticos estadounidenses. Paul O'Neill, el franco secretario del Tesoro estadounidense, da a entender que hay poco que Estados Unidos pueda o vaya a hacer para sostener el dólar. Sus declaraciones fueron criticadas por algunos por considerar que significaba un abandono de la política de dólar fuerte que caracterizó al Gobierno de Clinton.

La política del 'dólar fuerte' está fuera de lugar en la era de la globalización

Ciertamente, una de las responsabilidades de los líderes de la economía es disipar los mitos económicos en vez de crearlos. La política del 'dólar fuerte' representa un ejemplo especialmente insigne de mito económico; parece insinuar que el Tesoro estadounidense podría mantener y mantendría la fortaleza del dólar, y que un dólar fuerte es bueno para Estados Unidos. Cuando yo era presidente del Consejo de Asesores Económicos del presidente, a menudo me preguntaban si apoyaba la política del dólar fuerte. Y yo respondía que yo creía en un 'dólar de equilibrio'.

En otras palabras, los tipos de cambio no son diferentes de otros precios. Al igual que el precio de las naranjas o el de las manzanas, deberían estar determinados por las fuerzas del mercado. Cualquiera que diga que cree en una 'política para mantener la fortaleza de la naranja' haría el ridículo. Pero algunos de los que al parecer tienen la mayor fe en las fuerzas del mercado tratan los tipos de cambio como si estuviesen gobernados por leyes diferentes a las de la economía general, de forma que una palabra o incluso una mirada del ministro de Economía podría hacer que una moneda se revalorice espectacularmente o se hunda.

Por supuesto, los mercados monetarios son profundamente irracionales. Keynes describió en una ocasión los mercados de activos como concursos de belleza, en los que el objetivo no es decidir quién es la persona más guapa, sino quién pensarán los otros que es la más guapa.

De hecho, el objetivo de los mercados monetarios es a menudo adivinar qué estarán pensando los otros. Pero aun cuando la intervención estatal pueda afectar a los tipos de cambio a corto plazo, a la larga lo importante son los elementos estructurales del mercado. El Gobierno puede tener la función legítima de intervenir para evitar una volatilidad excesiva, pero si los fundamentos de la economía subyacentes no determinan el tipo de cambio, ¿en qué se basa nuestra confianza en el sistema de mercado?

La creencia en nociones equivocadas conduce inevitablemente a disparates mayores. En una ocasión, un periodista preguntó al Tesoro estadounidense sobre los efectos adversos de la fuerte apreciación del dólar para las exportaciones (en aquel momento, las ventas de coches y otras exportaciones se estaban resintiendo). La respuesta fue que la apreciación del dólar significaba una economía fuerte, y la economía fuerte fortalecía la capacidad exportadora. Pero, naturalmente, ni siquiera el Tesoro estadounidense, por poderoso que pueda ser, es capaz de contradecir las leyes de la economía. La demanda presenta una curva descendente: por lo general, si los precios son más altos, la demanda de mercancías estadounidenses desciende, y un dólar fuerte significa que los productos estadounidenses son más caros.

Tal vez la objeción más importante a la política de la apreciación del dólar sea que anima precisamente esta confusión entre un dólar fuerte y una economía fuerte. No deberíamos apegarnos emocionalmente más al tipo de cambio que a cualquier otro precio. Un tipo de cambio más alto frena las exportaciones, y cuando una economía se enfrenta a un desempleo creciente, una mala situación puede volverse todavía peor. Por otra parte, un tipo de cambio más elevado puede reducir la inflación, conforme caen los precios de las importaciones. Cuando la inflación es la principal preocupación, un tipo de cambio elevado puede ser bueno para la economía.

La política de un dólar fuerte apesta a un nacionalismo económico que está fuera de lugar en la era de la globalización. Si el dólar se revaloriza, el euro o el yen pierden fuerza. Pero, ¿cómo deben responder los líderes políticos y económicos de otros países? ¿Deben limitarse a aceptar la política de mantener la fortaleza del dólar, aun cuando eso implique una política de debilidad del yen o del euro?

Lo que hace falta es un debate con Estados Unidos, porque la fortaleza del dólar ha llevado a una situación anómala: el país más rico del mundo parece incapaz de vivir dentro de sus posibilidades y se ve obligado continuamente a pedir prestados cientos de miles de millones de dólares en el extranjero para financiar su enorme déficit comercial. La fortaleza del dólar -mucho más que el proteccionismo japonés- alimentó el déficit bilateral con Japón. También contribuyó al proteccionismo estadounidense, reflejado en sus nuevos aranceles sobre el acero.

Va siendo hora de dejar a un lado esta disparatada política de mantener la fortaleza del dólar. Paul O'Neill debería ser elogiado por su contribución a este esfuerzo. Quizá ahora podamos empezar a pensar más en serio en crear un sistema económico internacional que reconozca las devastadoras repercusiones que la volatilidad del mercado entre las principales monedas tiene para los países menos desarrollados y que garantice una mayor estabilidad. Llevamos demasiado tiempo culpando a las víctimas. Eso meramente nos ha permitido evitar un análisis serio del sistema.

Joseph E. Stiglitz es catedrático de Economía y Finanzas en la Universidad de Columbia, ganador del Premio Nobel de Economía en 2001 y autor de La globalización y sus miserias.
© Project Syndicate, 2002.

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