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Columna
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Éxitos

Terminaba mi columna de la semana pasada sugiriendo (a las izquierdas) que la actual hegemonía de la derecha 'permite reflexionar sin prisas' sobre nuestra historia reciente. Y añado ahora que tan apenas si se han dedicado auténticos esfuerzos para dictaminar sobre las verdaderas causas de los errores que condujeron a la derrota en varios tiempos del PSOE ni parece haber tenido éxito la necesidad de explicar pedagógicamente las secuencias que condujeron de su espectacular triunfo de las generales del 82 al contundente revolcón de las generales del 99.

Episodios presididos más por el relevo -no exento de traumatismo-, de personas que por la innovación ideológica o programática no han ido acompañados de la pertinente anotación de causas, errores de cálculo, agotamiento del proyecto y falta de previsión. La ya legendaria frase de González señalando que se podía 'morir de éxito' constituye la metáfora más apropiada, el contrapunto enigmático para la ausencia de introspección ante la extraordinaria aventura que experimentaron las biografías encaramadas a una sigla con éxito.

Aún hoy, buena parte de los actores apeados del poder son incapaces de explicarse lo que les pasó: unos creen que fue el realismo lo que les perdió, otros que el giro a la derecha, otros que la torpeza en materia de terrorismo, o la corrupción que aprendieron a manejar con desparpajo algunos parvenus de la causa, o, en fin, el conjunto de todo ello. Pero aun admitiendo que la suma desencadenó el desenlace, la perplejidad continúa siendo el espejo donde se miran buena parte de los derrotados. Pero he aquí que pasados los años, después de la correlativa década de éxitos del PP, y a pesar de que sólo han transcurrido dos años desde su mayoría absoluta española (aquí ya son seis en elecciones generales, y tres en autonómicas) se empiezan a manifestar los primeros síntomas de lo abultada que puede estar la factura del éxito, ahora para los populares.

Una economía en mejores condiciones de lo que clama la oposición, un prestigio internacional desde luego más acentuado del que tuviera antes el socialismo gobernante, la decidida apuesta por reformas duras en materia de educación, sanidad, inmigración o mercado de trabajo, por enunciar los ámbitos más relevantes y sin olvidar aquellas materias en las que consigue pactos con la oposición (pensiones, terrorismo, defensa de la democracia, etc., etc., ) no pueden ocultar que el PP se está acercando a la vez a la realización de su programa máximo y al enfrentamiento generalizado con actores políticos y sociales anclados en lo que queda vigente de políticas ambiguas del socialismo otrora gobernante.

Aunque es evidente que en una democracia el máximo de tensión dentro del sistema se da cuando un gobierno de mayoría absoluta aplica todo su programa, no es menos cierto que la opción de gobernar por consenso y confrontación al mismo tiempo conduce a una cierta esquizofrenia política de los actores: por una parte el PP celebra que da respuestas contundentes a los problemas de acuerdo con su programa, por otra, lamenta que en eso la oposición esté y no esté a la vez; la oposición, por su parte, atrapada por el consenso en esto y la necesidad de marcar distancias en aquello, acaba por dar apoyo a radicalismos como, por ejemplo, los que representa la convocada huelga general. Y, así, el pulso del éxito con la tozuda realidad abre de nuevo las puertas al declive... de todas maneras lejano.

Vicent.franch@eresmas.net

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