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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La maldición francesa

Si la segunda vuelta confirma la tendencia apuntada en la primera, la derecha francesa (que sumó un 44% de los sufragios) gozará de una sólida mayoría absoluta en la próxima Asamblea Nacional, lo que evitará al reelegido presidente Chirac nuevas situaciones de cohabitación en su segundo mandato de cinco años. Se habrá cumplido así la maldición francesa que desde 1981 parece condenar al Gobierno saliente a perder las legislativas. Es una revancha para Chirac, que disolvió anticipadamente la Asamblea en 1997 y perdió contra todo pronóstico.

La mejor noticia es que Le Pen y su Frente Nacional han perdido casi dos millones de votos desde el trauma nacional vivido con su pase a la segunda vuelta de las presidenciales. El 11% obtenido ahora sigue siendo un porcentaje todavía demasiado alto, pero no tiene posibilidades de ganar más allá de un par de escaños ni de trastocar las posibilidades de la derecha, como hace cinco años. Pese a este resultado, Le Pen ha triunfado en cierto sentido al lograr introducir en el corazón del debate político francés la cuestión de la inmigración y el orden público.

El triunfo de la derecha en la primera vuelta ha sido muy personal de Chirac, que pidió un voto útil para poner fin a la cohabitación de un presidente de un signo y un Gobierno de otro. A marchas forzadas montó la Unión para la Mayoría Presidencial (UMP), que es lo que su nombre indica: el partido de un presidente, con pocas ideas concretas detrás. Chirac ha hecho algunas promesas difíciles de cumplir: rebajar un tercio en cinco años el impuesto sobre la renta, flexibilizar la aplicación de la semana laboral de 35 horas, que supone revisar el legado de la izquierda. En todo caso, Francia está necesitada de reformas estructurales en profundidad. El primer ministro, Jean-Pierre Raffarin, ha demostrado tener fuste para emprenderlas.

Mientras los verdes han aguantado, el otro gran derrotado ha sido el Partido Comunista, que una vez más queda por debajo del 5%. Con él ha zozobrado la idea de izquierda plural, sobre cuya base gobernó Jospin, aunque en conjunto haya sumado un 36% del voto. La extrema izquierda también se ha hundido, con lo que estas elecciones proyectan una Francia bien distinta de la que se visualizó en la primera vuelta de las presidenciales. La abstención del 35,4% establece un nuevo récord en una primera vuelta de elecciones legislativas.

Los socialistas, que con un 26,6% han logrado un resultado algo mejor que el de 1997 a pesar de presentarse sin líder ni programa, esperan poder movilizar en la segunda vuelta a una parte de los 15 millones de abstencionistas. Lo más probable es que vuelvan a la oposición para iniciar un camino que les permita convertirse algún día en alternativa en solitario. La maldición que afecta a los gobernantes franceses puede alentar su esperanza de volver a ganar en 2007.

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