Serena coge el turno
La menor de las hermanas Williams supera a Venus y gana su segundo gran torneo
Puede que fuera en serio, pero no lo pareció. Venus y Serena Williams aburrieron en la final femenina de Roland Garros. 'Han sido entrenadas por su padre para ser dos rotweilers', comentó en la grada la ex jugadora italiana y ahora periodista de Il Giornale, Lea Pericoli. 'Pero hoy les han cortado los dientes', añadió. Realmente no se mordieron. Durante la primera manga se rompieron el saque siete veces y tras una hora de duración Serena acabó dominándola, pese a haber empezado por detrás. Su hermana mayor, pese a ser remontada, no se inmutó. La segunda manga duró 30 minutos. Al final la victoria fue para la menor, de 20 años, por 7-5, 6-3.
Era su turno, o al menos eso era lo que pensaban una buena parte de los periodistas que siguen habitualmente el tenis. Que Serena ganara el título de Roland Garros era lo que más le convenía a la familia para mantener la excelente convivencia existente entre las dos hermanas y para consolidar la segunda posición de la clasificación mundial, que alcanzó el pasado jueves tras ganar en las semifinales, y poner más puntos de por medio en relación a Jennifer Capriati, la tercera. Desde que se impuso en el Open de Estados Unidos en 1999, Serena no había logrado ningún otro Grand Slam. En cambio, Venus, que el próximo día 17 cumplirá 22 años, lleva ya cuatro en su palmarés (dos Open de Estados Unidos y dos Wimbledon consecutivos) y el último tras eliminar a su hermana en la final de Nueva York.
'Ganar aquí es un sueño hecho realidad', señaló Serena en la misma pista, tras recibir el trofeo de campeona. Mientras tanto, Venus, que había roto por completo el protocolo, se había ido hasta la línea de fotógrafos y con su cámara intentaba inmortalizar el momento de gloria de su hermana.
Todo transcurrió entre risas y abrazos. Pero en los parlamentos de las dos hermanas se produjo una circunstancia muy especial. Ambas tuvieron palabras de amor hacia su madre, Oracene, presente en la pista. Pero ninguna hizo referencia alguna a su padre, Richard, que se había quedado en casa, en Palm Beach Gardens, en Florida. Sin embargo, sin Richard nada fue lo mismo. Sus estridentes, pero divertidas, aportaciones acaban llenando la pista de color.
Sin embargo, está también claro que para Venus y Serena no resulta fácil enfrentarse y menos en una final de un Grand Slam. Aunque quieran, aunque luchen en serio para ganar, resulta difícil que tengan la misma credibilidad que se les da cuando se enfrentan a cualquier otra rival. Para ellas, estar frente a frente en una pista es un drama. Porque cualquier pequeña circunstancia inesperada podría desatar un torbellino de situaciones no deseadas y desvelar los rencores ocultos. Más que ganar o perder el partido, de lo que se trata es de mantenerse fuertes psicológicamente para que los nervios no produzcan daños colaterales entre las dos. Y llevarse, de paso, más de un millón de euros, 760.000 de la ganadora, Serena esta vez, y la mitad 380.000, de la perdedora, Venus.
Ayer, Venus pareció rendirse bastante antes del final del partido, cuando Serena se fue con 3-0 en la segunda manga. Y la menor dio la sensación de haber superado, de una vez por todas, el complejo de hermana pequeña que la había atenazado en la final del Open de Estados Unidos del año pasado. O tal vez todo eso son sólo especulaciones y simplemente era el turno de Serena y ahí acabó todo.
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