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Reportaje:

La solitaria agonía del recluso Vicente

Prisiones investiga por qué un preso murió sólo en el hospital sin que lo supiera su familia

El pasado 12 de noviembre a las 13.30, el silencio reinó por un minuto en uno de los módulos de la prisión de Aranjuez (Madrid). Los presos trataban así de honrar la memoria de Vicente García Cortecero, compañero condenado por hurto que había muerto el día anterior debido a un fallo hepático propiciado por el sida que padecía. Sus compañeros y los familiares de Vicente fueron testigos de su progresivo deterioro físico, pero la dirección de la prisión no consideró necesario promover su tercer grado. Cuatro días antes de su muerte, fue trasladado de urgencia al hospital sin que se lo comunicaran a su madre y hermanas. Ellas, que nunca lo abandonaron en vida, no olvidan que les impidieron acompañarle en su agonía.

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Diez días después de la muerte de Vicente, su hermana Manuela recibió una carta inesperada. Se trataba de M.A., su compañero de celda, que había conocido la intención de los García Cortecero de denunciar el asunto. 'Quiero hacerles saber que están en lo cierto. Vicente sufrió una dejadez absoluta por parte del equipo médico , y tanto yo como otros internos fuimos testigos de ello', relataba el recluso. A Manuela le faltó tiempo para hablar con su hermana María Jesús, e inmediatamente ambas le respondieron interesándose por su versión de los hechos. El 8 de diciembre recibieron la segunda carta. En ella se detallaba en mayúsculas el rápido empeoramiento de Vicente hasta que lo sacaron de la celda.

'Tuvo una pérdida de peso progresiva, lo que refleja que algo no funcionaba bien', redactaba el recluso. 'El día 28 de octubre empeoró con síntomas de cansancio y palidez'. 'El 2 de noviembre el médico del módulo le dio la baja en la celda. Le diagnosticó gripe y le recetó Frenadol, Fluimucil y paracetamol para la fiebre, pero nadie se la controló', continuaba M. A. Cuatro días después volvió el médico. 'Esta vez dijo que era neumonía. Le examinó superficialmente (no le hizo placas de tórax), y le recetó antibióticos y algo más que pese a mi insistencia, las enfermeras nunca trajeron'.

El 8 de noviembre Vicente empeoró bruscamente y M. A. decidió actuar. 'Después de enfrentarme al funcionario logré que trajeran una silla de ruedas y que lo llevasen a la enfermería. Al llegar allí, el médico del módulo dijo que bajo su criterio no debería quedarse . Médico y funcionario discutieron y finalmente se quedó'.

'El día 11 de noviembre me dijeron que hiciese una lista con sus cosas'. M. A. supo así que su compañero había muerto.

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Manuela y María Jesús se preguntan cómo todos menos los médicos y la dirección de la prisión se dieron cuenta de la gravedad de Vicente. 'En agosto ya tenía la muerte en la cara, los ojos se le habían hundido', explica María Jesús recordando su último permiso carcelario. 'Se lo contamos al subdirector del equipo médico de la cárcel, pero él respondió que dentro de lo que tenía [sida] todo era normal'.

Tampoco entienden como no se les avisó de su traslado al hospital para que al menos pudieran hacerle compañía en sus cuatro últimos días. 'Si tuvieron que sacarle de su celda en silla de ruedas es porque ya estaba muy débil, no hace falta ser médico para saberlo', razona María Jesús. 'Nosotras jamás abandonamos a mi hermano' recuerda. 'Desde que ingresó en prisión íbamos a verle cada 15 días, y eso en la prisión lo sabían'.

El caso de Vicente conmovió a la diputada del PSOE Mercedes Gallizo, que entiende que la administración penitenciaria se comportó de manera 'inhumana' con el preso y sus familiares. Por ello, el pasado 14 de marzo realizó una pregunta al Gobierno sobre las circunstancias de su empeoramiento y posterior muerte, así como sobre las razones por las que no se avisó de su hospitalización a la familia.

En su respuesta, el Ejecutivo echa las culpas al hospital Gregorio Marañón de Madrid, donde Vicente fue atendido. 'El interno salió del centro penitenciario Madrid VI (Aranjuez), aproximadamente a las 14.35 del día 8 de noviembre de 2001, comunicando el hospital Gregorio Marañón al centro, vía fax, a las 12.15, que el interno había fallecido a las 9.15 del día 11 de noviembre, tras un empeoramiento brusco ese mismo día por la mañana', relataba la respuesta parlamentaria, que añadía: 'El volumen de internos que salen de urgencia al hospital es importante, regresando al centro en un plazo de pocas horas o tras estancias muy cortas, lo que a veces provoca que cuando los familiares se han personado en el hospital, el paciente ya ha regresado al centro penitenciario'. No obstante, la Dirección General de Instituciones Penitenciarias ha iniciado una investigación.

A los García Cortecero las excusas no les bastan. 'Para la cárcel, Vicente no era más que uno de tantos presos drogadictos y con sida', se queja María Jesús. 'Nosotras sin embargo hemos perdido a un hermano'.

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