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Columna
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Borrar el pasado

Pese a las protestas registradas, el Gobierno valenciano ha cerrado la sala de exposiciones de El Carme y ahora construirá, en su lugar, un museo dedicado al siglo XIX. Desde sus comienzos, El Carme había adquirido una gran reputación en los circuitos del arte contemporáneo. Se alababa el atrevimiento de la sala, lo riguroso de su programación que exhibía las últimas realizaciones artísticas. La fama de El Carme había superado las fronteras del país y, en todas partes, se hablaba de ella con respeto y admiración. De nada ha servido, sin embargo, esta formidable trayectoria frente a los propósitos tan firmes de nuestros gobernantes y El Carme ha cerrado definitivamente sus puertas.

Ha querido el azar que la clausura de la sala coincidiera con el nombramiento de Vicente Todolí como director de la Tate Modern, la prestigiosa galería británica. Todolí fue uno de los artífices del IVAM, que abandonó con la llegada al gobierno del Partido Popular. Durante los años que Todolí trabajó en el museo, fue un encendido defensor del centro de El Carme, al que convirtió en un espacio de categoría internacional. Gracias a su dedicación, y a la de otras personas, el nombre artístico de la Comunidad Valenciana alcanzó una consideración que no se ha vuelto a repetir. En estos dos sucesos -el nombramiento de Todolí y el cierre de El Carme- tan alejados en el espacio, pero tan próximos en su naturaleza, veo yo condensado el fracaso de la política artística del Partido Popular.

Durante los últimos años, nuestros gobernantes han estado obsesionados por eliminar cualquier vestigio que recordara positivamente la actuación del Gobierno socialista. A esta tarea, se han entregado con un tesón tan formidable como irreflexivo. En ocasiones, les ha bastado con variar el nombre de un proyecto y servirlo a la opinión pública como si de un plato propio se tratase; otras veces, la acción ha supuesto destruir cuanto se había realizado, sin reparar en los costes que ello supusiera. Este despropósito debe de habernos costado a los valencianos varios cientos de millones de euros. ¡Cientos de millones de euros malgastados, la mayor parte de las veces, sin ninguna utilidad práctica! Dada la constancia mostrada por el Gobierno en la tarea, el rendimiento político ha debido ser considerable. Como estas formas de la política me resultan abstrusas, no lo podría asegurar.

Esta misma doctrina se ha aplicado con idéntico rigor a los terrenos del arte; a ella obedece, sin duda, el cierre de El Carme. El sin sentido de la decisión es el mismo que ha obrado en el resto de los casos. Suprimir caprichosamente lo que rinde un servicio a la sociedad siempre será un disparate, por mucho que se pretenda justificar. Más, en este caso, que afecta a nuestra sala de exposiciones más internacional y reconocida. La marcha de Todolí a la Tate Modern, coincidiendo con la liquidación de El Carme, nos devuelve las tradiciones seculares de este país. En este sentido, la sustitución de la sala por un museo dedicado al XIX amenaza con ser algo más que una casualidad.

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