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LA OTRA MIRADA | Mundial 2002
Columna
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Papa Bouba Diop

Enrique Vila-Matas

El pasado 23 de abril, Día del Libro y partido de ida de la Champions se fundieron reuniendo en una casa de Barcelona a una infame turba o tumulto notable de gente de letras, casi todos barcelonistas y casi todos hundidos cuando Álvaro Pombo celebraba los goles del Madrid.

Para que el tumulto entre literatos y futboleros siga, la Feria del Libro de Madrid ha comenzado el mismo día que el Mundial y el sábado yo no encontré en el Retiro ni un solo escritor que no pronunciara la palabra mágica: Papa Bouba Diop. El nombre del futbolista que marcó el gol a Francia parece el título de una novela vanguardista, me decía Ednodio Quintero, escritor y futbolista venezolano.

Papa Bouba Diop celebró su gol como nunca se había celebrado uno hasta ahora. Se quitó la camiseta, la colocó con cuidado sobre el cesped, al lado del banderín de córner, y comenzó a dar pasos de la danza de su tribu hasta que llegaron sus compañeros y le secundaron en el baile. Qué lejos quedan los tiempos de la celebración sobria, a lo Pelé; la celebración clásica: carrera veloz de 15 metros, salto y agitación del puño derecho en el aire en forma de sacudida para despues fundirse en el abrazo colectivo. O bien la aterradora celebración cocainómana, al estilo Maradona.

Creía que ya lo sabía todo sobre los modos de celebrar los goles después de haber leído Cosas del fútbol, del chileno Francisco Mouat, que describe las diferentes variantes de la celebración: la religiosa, por ejemplo (arrodillarse, persignarse, rezar, a lo Jairzinho), amorosa (férreo y caluroso abrazo, azotarse las nalgas y besuqueos), viril (cultivada por tímidos o poco expresivos que van al centro del campo con la cabeza baja en señal de humildad), gimnástica (Víctor Pititore Cabrera la inventó: era un doble salto mortal atrás en plancha y pirueta exigente, muy mal imitado por Hugo Sánchez, al que apenas le daba para una sola y hortera voltereta), histérica (el goleador corre solitario hacias las gradas mientras se saca la camiseta y se cuelga de lo primero que encuentra: sólo puede hacerse esto en un partido muy importante, de lo contrario el jugador histérico es considerado un merluzo), aplastante (el autor del gol es aplastado en el suelo por lo menos por cinco compañeros y corre el riesgo de asfixia y muerte).

Creíamos saberlo todo sobre celebraciones de goles, pero está claro que hay que añadir a partir de ahora una nueva forma: la danza tribal. A priori, no hay equipos europeos que puedan practicarla, pero, como el fútbol es un pozo de sorpresas, nada extraño sería que los franceses, por ejemplo, la incorporaran pronto. Después de todo, no hay equipo más parecido a Senegal que Francia. Yo creo que, si Senegal gana el Mundial, los franceses dirán que lo ha ganado Francia. Y Zinedine Zidane bailará una danza tribal. Después de todo, el futbol es puro mundo tribal. Y, asociado con las letras, un mundo nada trivial.

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