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Columna
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Internas, 2; primarias, 0

El resultado de las elecciones (primarias se empeñan en llamarlas algunos) celebradas por los militantes del PSPV de Alicante y Valencia para elegir sus candidatos a las alcaldías de ambas ciudades en las próximas municipales, han vuelto a demostrar hasta qué punto esta iniciativa sólo sirve para medir el poder interno de las distintas familias socialistas.El caso de Valencia ha sido especialmente paradigmático, convirtiendo en esperpéntica una propuesta que en su origen fue ilusionante. La carrera de los distintos grupúsculos (a eso han quedado reducidos) socialistas para conseguir el mayor número de avales en favor del candidato ganador para mercadear un puesto en la candidatura municipal ha resultado patética. Sólo la apariencia de fair play entre Rafael Rubio y Ana Noguera ha salvado la cara de una organización empeñada en autoinmolarse en público.

Peor ha sido lo de Alicante donde ni Blas Bernal ni Sánchez Brufal se molestaron en guardar las formas. Ambos candidatos se liaron en una pelea a bastonazos dialécticos que no acabó en agresiones físicas por el canto de un euro. Si Bernal y Brufal hubieran empleado la mitad de tanta fiereza en combatir la política del PP muchos ciudadanos progresistas seguro que les estarían agradecidos. Pero los alicantinos han sido meros convidados de piedra en esta bronca. Y, lo que es aún más grave, siguen siéndolo. El ganador y aspirante a la alcaldía no parece que tenga excesivas prisas en ponerse al tajo para defender los intereses de quienes todavía creen en el PSOE. Bernal ha aplazado sine die la asunción de sus responsabilidades como nuevo jefe de la oposición. Debe tener otras prioridades. Tal vez las mismas que su protector Ángel Franco, gran hacedor y deshacedor de candidatos gracias a su férreo control de la organización, que nunca se ha quemado una pestaña en unas elecciones municipales como cabeza de lista. En Valencia, Rafael Rubio, al menos, ha unido su suerte de viejo aparatchick al resultado de las urnas. Toda una novedad porque hasta la fecha los secretarios generales valencianos sólo eran conocidos por su capacidad destructiva de alcaldes, alcaldesas y candidatas con posibles.

Las resultados de las internas del pasado domingo y el propio proceso que las precedió deberían forzar una reflexión entre los socialistas sobre qué camino tomar en el futuro. Una vez más ha quedado claro que no sirven para elegir un líder social con fuerza y tirón electoral, sino para consolidar poderes orgánicos en un partido que, como dijo Josep Borrell, 'no es precisamente de masas'.

Las alternativas que quedan son bien simples: abrir de una vez el proceso a los ciudadanos para que voten los militantes y los simpatizantes que lo deseen o echar el cierre a un proyecto que, conforme desciende en su cuerpo electoral, se revela más como un problema que como una solución. En el bien entendido, claro está, que cualquier interna socialista, por deformada que sea, es preferible al dedazo que practican los populares con su caudillismo a cuestas

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